«Hoy abrió el
Ateneo su salón de pinturas. No puedo decirle nada todavía porque no me han
dejado entrar ni a mí ni a ninguno de los que comemos en la “Cantina dil 20 di
Settembro”. “La apertura, nos han dicho invariablemente, no es para el público
grueso” y como nosotros formamos parte de éste, hemos comprendido la indirecta.
Yo, como
aficionado, he visitado algunas casas de amigos pintores cuyas telas han sido
rechazadas, razón por la cual, el estado de su ánimo no puedo decirle, ni
mentir, que se placentero.
Don Antonio Pignatelli,
conocido carbonero de la parroquia de Balvanera y hombre que es una notabilidad
como preparador de tallarines y poseedor de vinitos italianos, –según puede
atestiguarlo el señor comisario Temístocles obligado, el señor Fanor Ortiz, el
que subscribe, el ex cura párroco de Santo Calamucciogargantano, Hermógenes
Pircanchiculli, el poeta don Antonio Lamberti y otros sabios en la materia, –está
con razón indignatísimo con el proceder del Ateneo.
Figúrese usted,
para darse cuenta del disgusto de tan meritorio amigo, que él tiene un
sobrinito que se llama Gaetano, criollo, y a quien, notando que le gustaba el
dibujo, –pues cuando era chico no dejaba pared en la parroquia que no tomara
por lienzo, habiendo merecido por esta razón más de cuatro pescozones y tirones
de oreja, –no trepidó en dedicarle al bello arte.»
José S. Álvarez
(Fray Mocho), Salero criollo. Buenos
Aires: La cultura argentina, 1920.
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