A spizzico (De a pedacitos)
Hoy desmenuza el Ortolano
« … De aquel Ortolano
recibo la siguiente cartita, que publico con mucho gusto por tres motivos:
primero que todo, porque me ahorra el trabajo de escribir; después, porque
contiene curiosidades históricas que los literatos no lograrán nunca encontrar
en ningún volumen de ninguna biblioteca y, finalmente, porque sé dar lo que
gusta a los lectores, publicando un artículo del amigo Ortolano.
Escribe el Ortolano:
“Querido Gavroche:
“Un poco tarde vengo, también yo, a darte mi
opinión respecto de la visita de D’Annunzio a los frailes de Maguzzano. La
visita debe haber sido motivada por dos cosas: por el renombrado vino del
convento y por los versos…. macarrónicos.
“Comprenderás que yo, por buen ‘atorrante’ y buen
bresciano, he visitado muchas veces aquel convento. Se alza sobre una
encantadora altura, que se eleva bien en el medio de un vallecito, a poco más
de un kilómetro del lago de Garda. Rodeado de galerías, de amplia construcción
y habitado (por lo menos, lo era en más tiempos, vale decir hace treinta años)
por pocos frailes de la orden de los benedictinos, los cuales con su proverbial
paciencia, saben hacer un vinito tan bueno que es famosísimo en toda la ribera
de Saló donde, asimismo, se los hace excelentes. Nuestro Gabriele, por buen
conocedor de vinos (la caída en el jardín así lo informa) habrá querido
cerciorarse acerca de si el vino hacía honor a la fama.
“La otra razón se debe, quizás, a que el poeta,
después de tantos versos sublimes que dicen había escrito, querrá ahora darnos
un poema en versos macarrónicos. Porque deben saber que en Maguzzano y
precisamente en aquel convento, fueron escritos los primeros versos de ese
nombre.
“Vivía allá, no recuerdo más la época, un célebre
fraile que armó gran revuelo con sus versos, en los cuales había mezclado el
latín con el dialecto mantuano. Se llamaba Teófilo Folengo, apodado Merlin
Cocaio; hombre de gran ingenio y rarísimo en su vida y en su forma de escribir,
tanto que logró hacer placenteros sus muy extravagantes versos. Hubo después
una multitud de imitadores que, sin su ingenio y sin el mérito de la
originalidad, nunca lo igualaron.
“Mucho se fantaseó asimismo por los pedantes, para
buscar la razón del nombre ‘macarrónico’ dado a sus versos por el fraile,
ignorándose seguramente que la región donde se levanta el convento se llama en
bresciano, todavía en mis tiempos, ‘maccarrona’.
“De ella probablemente fue tomado el nombre de los
versos, nombre que después de todo se adopta inmejorablemente a su índole
extraña pero interesante.
“Atentos, entonces: dentro de poco Gabrielito alumbrará…
una ‘fuente’ de macarrones… con salsa….
“Un saludo afectuoso a ti y a todos.
“El Ortolano”
Santa Ana, setiembre de 1922.»
Benito Zamboni (L’Ortolano), Scene familiari campestri. Buenos Aires: The Standard, 1944 [Escenas familiares campestres. Posadas:
Editorial Universitaria, 1999].
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