«En el verano
del ’89 se produjeron dos acontecimientos importantes en la vida de Agostino
cuyo transcurso no le había deparado sufrimientos ni alternativas notables. En primer lugar, su futuro cuñado intercedió ante la compañía naviera en la que
trabajaba y le consiguió un contrato como marinero en la línea Génova Buenos
Aires. En segundo lugar, se casó con Adele.
Él tenía
diecinueve años y hasta ese momento sólo había conocido la isla y el mar que la
rodeaba. Cada atardecer, salvo que el tiempo lo impidiera, salía en barca bajo
patrón en jornadas que, según la pesca, concluían al amanecer o al mediodía
siguiente. Se trabajaba mucho y se ganaba poco. En cambio, marinero en un buque
de ultramar, su porvenir sería distinto, y bien lo sabía por los paisanos
embarcados que cada dos o tres meses regresaban a la isla con provisiones
exóticas, regalos y dinero en el bolsillo. Decían que el trabajo distraía de la
ausencia.»
Griselda Gambaro, El mar que nos trajo, Buenos Aires, Norma, 2001.
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