«Roma,
entre luces y sombras, para un extranjero que está de paso, es como un domingo
de treinta días o un sábado de treinta noches. La ciudad putrefacta se torna
sublime para el ocioso sin rumbo que no busca en ella más que a ella misma.
Idéntica a las sirenas que se embellecen bajo la mirada humana para cautivar a
los hombres, así me parece Roma: mujer engañosamente fea que se torna hermosa
si la miro. Y la miro, desde luego. Pero mirar es aquí también sentir, en todo sentido.
Los
resultados de un sondeo probablemente mendaz pretenden convencernos de que los
italianos son los europeos menos felices. Me pregunto qué patrón habrán
utilizado los encuestadores para medir la felicidad. Porque, a simple vista,
los romanos –al menos ellos– desmienten tal conclusión, o tal vez ocurra que la
manera que tienen de ser desdichados es tan exuberante que se parece al
contento. Poco importa. Y aunque aquí reine el Papa, yo me torno pánico y
pagano. Éstos son los días en que sigo las huellas del Peregrino, las huellas
del Vagabundo.»
Rodolfo
Rabanal, El roce de Dante y otros
ensayos. Buenos Aires: Seix Barral, 2008.
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