«Un
entrevero cosmopolita. La inmigración puso en crisis a la Argentina
tradicional. Los resultados no estuvieron de acuerdo con los pronósticos y las
utopías de las clases dominantes. El desencanto de los sectores tradicionales
es uno de los grandes temas de nuestra historia cultural a partir de 1890 y
hasta bien entrada la década del ’30. Lucio Mansilla sintetiza bien la alarma
general: “El gaucho simbólico se va, el desierto se va, la aldea desaparece, la
locomotora silba en vez de la carreta. En una palabra, nos cambian la l lengua
que se pudre, nos cambian el país. En medio de esta confusión de lenguas y del
entrevero cosmopolita los apellidos se pierden como escasa mostacilla entre
gruesa munición”. La crisis se generaliza y los problemas de la identidad
nacional pasan a primer plano.
La lengua argentina. La posible disgregación de la lengua nacional fue uno de los puntos centrales del debate. “Nuestra lengua madre es contaminada y el pueblo habla un verdadero dialecto formado por elementos universales”, escribía Estanislao Zeballos. Y Sicardi señalaba: “Buenos Aires es una jaula... Se habla un lenguaje que es una mezcla de palabras de todos los idiomas”. En ese contexto la literatura pasa a tener una función social determinante: el escritor, el hombre de letras, aparece como el guardián de la integridad del lenguaje. La literatura no sólo debe asegurar la supervivencia de los valores nacionales, sino también restituir y preservar la unidad de la lengua»
Ricardo
Piglia, La Argentina en pedazos. Buenos
Aires: Ediciones de la Urraca, 1993.
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