miércoles, 13 de mayo de 2020

Pago Chico, Roberto P. Payró (1908)





«El comercio tenía bastante importancia, sobre todo desde que llegó el ferrocarril, pues entonces comenzaron a establecerse “barracas” para el acopio de frutos del país –lana, cueros, etc.– . Estos establecimientos fueron pronto los más importantes y prósperos, llegando a efectuar ciertas operaciones bancarias –depósitos en cuenta corriente y a plaza fijo, descuentos, giros– que antes hacían difícilmente las principales casas de comercio.
Entre estas últimas, la más notable era la de Gorondo, que reunía en un inmenso edificio de un solo piso con techo de hierro galvanizado, los ramos de tienda, mercería, almacén, despacho de bebidas, corralón de madera, hierro y tejas, mueblería, armería, hojalatería, pinturería, ropería, librería, papelería y droguería, amén de otras especialidades.
Aún quedaban otros establecimientos análogos, restos de la época en que era necesario acapararlo todo para realizar alguna ganancia, y en que todos estos comercios se complementaban todavía con la compra-venta de frutos del país. Pero iban perdiendo terreno ante la especialización, pues año tras año surgieron tiendas y mercerías, almacenes de comestibles, boticas, mueblerías, platerías, sastrerías, zapaterías de diverso orden, hoteles, fondas y bodegones, hasta un conato de librería y una cigarrería pequeña; casas entre las que sobresalía como una perla de incomparable oriente la

Sapateria e spacio di bevida
di Romolo e Remo
  di Giuseppe Cardinali

Pago Chico tuvo, por consiguiente, sus Bon Marché y sus Printemps antes que París, o al mismo tiempo, para perderlos luego y verlos sin duda reaparecer cuando se complete el ciclo de su evolución progresiva.»

Roberto J. Payró, Pago Chico. Buenos Aires: Casa Editorial Mitre - M. Rodríguez Giles, 1908.

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