lunes, 1 de octubre de 2018

Cuadros sud-americanos de José Ceppi (Aníbal Latino) (1888)




«Cuántas noches, recorriendo las calles solitarias, viendo brillar las pinturas en los vestíbulos, resplandecer las luces en los patios llenos de plantas y flores, resaltar los muebles en las habitaciones cuya débil luz dá un carácter misterioso á las bellas y envidiables habitadoras de las casas, respirando las oleadas de perfumes y de fragancias que salen de las ventanas, oyendo las notas de un piano, las armonías dulces y suaves, las voces sumisas de las mujeres que aparecen y desaparecen, como hadas, en la penumbra de las habitaciones, contemplando todo lo que revela los placeres, las alegrías inefables de la familia, he pensado en la tristeza en la soledad de todos los que viven sin amigos, sin parientes, sin poder nunca fijar sus miradas en otras miradas dulces y cariñosas; he pensado en la melancolía, en el desconsuelo que aquel espectáculo debe infundir en el ánimo de miles y miles de italianos, que después de un largo día de penoso trabajo no encuentran mujeres queridas que los esperen, ni pequeñuelos que los alegren con sus besos y sus sonrisas, ni una voz que los anime en las horas frecuentes de dolor y desaliento: que se ven solos y abandonados en un mundo donde tantos seres aman, sin mas alivio que el pensamiento de la patria lejana, de la esposa, de los hijos, de los parientes y de los amigos que han dejado en Italia!
Es siempre triste en toda edad y en cualquier lugar el aislamiento para el hombre; pero lo es mucho mas en la edad madura y en lugares desconocidos; é indudablemente será siempre sabio consejo decir á los que se ven en la necesidad de emigrar, á los que se resuelven ir á buscar en lejanas tierras el trabajo que no encuentran en la patria, que no partan solos, que lleven consigo la familia, alguno, de los séres que aman.»

José Ceppi (Aníbal Latino), Cuadros sud-americanos. Buenos Aires: Librería Universal de Alejandro Miroli – Librero Editor, 1888.

Imagen: "El viajero", escultura de Bruno Catalano en Marsella (Francia).

“El conventillo” (milonga). Música de Ernesto Baffa y Fernando Rolón. Letra de Arturo De La Torre y Fernando Rolón (1965).





«Yo nací en un conventillo
de la calle Olavarría,
y me acunó la armonía
de un concierto de cuchillos.
Viejos patios de ladrillos
donde quedaron grabadas
sensacionales payadas
y, al final del contrapunto,
amasijaban a un punto
p’amenizar la velada.

Cuando pude alzar el vuelo,
pianté del barro al asfalto,
pretendí volar tan alto
que casi me vengo al suelo.
Como el zorro perdí el pelo
pero agarré la manía
de lofiar la gilería
y al primer punto boliao
con algún fato estudiao
dejarlo en Pampa y la vía.

Una noche, un tal Loyola
me embroco en un guay fulero,
batida, bronca, taquero,
celular, biaba y gayola;
di concierto de pianola
manyando minga’e solfeo
y, aunque me tengo por feo,
colgué mi fotografía
donde está la galería
de los ases del choreo.

Hoy que estoy en los cuarenta,
en el debe de la vida,
chapé una mina raída
que tiene más de la cuenta.;
ando en un auto polenta,
diqueándome noche y día
sin saber la gilería
que me está envidiando el brillo,
que nací en un conventillo
de la calle Olavarría.»

“El conventillo” (milonga). Música: Ernesto Baffa / Fernando Rolón. Letra: Arturo De La Torre / Fernando Rolón (1965). Interpretación: Aníbal Troilo y su Orquesta. Álbum: Un Tango para el Recuerdo.


 Imagen: conventillo de La Boca (Buenos Aires).

El problema del inmigrante y el problema agrario en la Argentina, de Damián M. Torino (1912)



«La República Argentina es un país de inmigración: ocupa, después de los Estdos Unidos, el primer puesto; recibe arriba de 250.000 inmigrantes, de los 2.000.000 más ó menos que la pletórica Europa envía cada año á las otras partes del mundo, especialmente á la América.
La inmigración es, pues, un fenómeno que muy de cerca nos afecta; que mucho nos interesa conocer en sus fases múltiples y complejas; en sus variados detalles; y en la serie de problemas que necesariamente tiene que suscitar esta grande y movible fuerza humana, ya sea que simplemente gravite ó que actúe; ya se concentre ó se esparza en los países que la reciben.
Para naciones en formación como la Argentina, con tierras fértiles y extensas, desocupadas é improductivas por falta del brazo que las fecunde, no puede ser objeto de discusión, no ya las ventajas de la inmigración, sino su absoluta necesidad, como el medio más eficaz de combatir el desierto que aun nos rodea; como el factor más poderoso que ha de poner en movimiento los recursos y riquezas que en su seno lleva ocultos nuestro suelo, y que en todos los tiempos, las naciones que mejor supieron desarrollarlos y aprovecharlos, cimentaron sobre ellos su poderío y civilización.
Estas sencillas consideraciones no podían ocultarse al espíritu fecundo y genial de Alberdi; de ahí su frase célebre: “gobernar es poblar”, lanzada como síntesis de su estudio sobre el entonces anarquizado y empobrecido organismo de la República Argentina, y el que también le permitió conocer y apreciar las poderosas energías de reacción y de salud que en su entraña guardaba, latentes, adormecidas, si se quiere. Por eso fue que al lado del mal que nos aquejaba, perpetuando nuestra desorganización y atraso, señaló con igual acierto los remedios, que á la vez que la salud nos darían poder, riqueza y bienestar. Entre estos remedios, es evidente que la inmigración europea, que hemos recibido desde el principio de nuestra era constitucional, ha sido uno de los más importantes, y continuará por mucho tiempo siendo el nervio y principal resorte de nuestro engrandecimiento futuro; entonces, no es necesario añadir una palabra más para demostrar toda la trascendencia que para nosotros tiene el estudio de la inmigración como tópico económico y social.

[…]

Las vinculaciones intelectuales, sociales y comerciales de las naciones latinas de la Europa con la República Argentina, son cada vez más estrechas, debido á la mayor facilidad y baratura de las comunicaciones; á la más grande importancia de sus intercambios; á la similitud de idiomas, creencias y costumbres; á la mayor atracción que los ya establecidos ejercen en el ánimo de sus parientes y amigos que se disponen á abandonar su país para decidirlos á que vengan en su compañía. Añádase á esto la circunstancia de ser hoy la Italia y la España dos de los países de mayor emigración y de los más prolíficos á la vez, lo que les permite contribuir con centenares de miles de sus hijos á la emigración, sin detener por ello el crecimiento contínuo de sus respectivas poblaciones. 
Estas dos naciones están fatalmente condenadas á vaciar al exterior el exeso de su población, porque no tienen y por mucho tiempo no tendrán, los medios de retenerla en casa. Son de las naciones de predominio agrícola, cuya característica es no poder retener en su seno una población muy densa, que es privilegio de las grandes naciones industriales. Italia, no obstante, constituye una excepción á esta regla: es actualmente una de las naciones más densamente pobladas de Europa, sin ser por ello y sin que pueda serlo en lo futuro una gran nación industrial; pero exepción corrobora nuestra afirmación, puesto que lo que se demuestra con ella es sólo la resistencia extraordinaria de Italia para retener una población superior á su fuerza y medios; y como esta población crece siempre y desborda, la emigración de millares de sus hijos es el forzado tributo que paga á una necesidad superior é ineludible: la de hacer posible, dentro de ella, la vida útil y civilizada para los italianos. 
Se habla mucho del desarrollo industrial de Italia del norte. Somos de los que lo aplauden y admiran; pero creyendo que no puede pasar de los límites discretos que la naturaleza señala. 
La industria italiana se ha desarrollado debido, principalmente a la concurrencia de los factores: el proteccionismo y los bajos salarios que ganan sus clases obreras, á los que se puede agregar un tercero: la utilización de sus abundantes caídas de agua para la producción de la energía eléctrica. No obstante, que con el proteccionismo asegura la industria italiana el mercado interno, sus condiciones económicas son tan desventajosas respecto de las grandes naciones industriales, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia, que tiene planteado este dilema: el costo de producción debe ser pequeño ó la industria imposible; de ahí que los salarios no puedan mejorar en proporción apreciable, mucho menos igualar á los que gana el norteamericano. Italia no podrá libertarse del salario relativamente bajo; no podrá, por lo tanto, libertarse del grueso tributo que paga á la emigración. Hay, dice Raffalovich (página 502 del Marché Financiar, 1909-1910), “una relación estrecha entre la situación industrial, la necesidad de mano de obra y la emigración; la intervención del estado es impotente. Tan largo tiempo como los americanos paguen salarios más elevados que la Europa, la emigración continuará”.»


Damián M. Torino, El problema del inmigrante y el problema agrario en la Argentina. Buenos Aires, 1912.