viernes, 29 de mayo de 2020

Alle rive del Plata. Ricordi di viaggio, Ferdinando Resasco (1890)





«Un giorno io domando ad un uomo serio: vogliate dirmi quali siano i monumenti principali dai quali dovrei cominciar la rivista, a Buenos Aires.
L’altro mi risponde: – I principali monumenti sono le banche.
Poco soddisfatto, ripetei la stessa domanda ad un altr’uomo ancor più serio. – Egli mi rispose: – le primer rappresentazioni d’un’opera importante.
Ed un terzo mi disse: – Venite quest’oggi con me: vi mostrerò qualche cosa di splendidamente monumentale.
Prendemmo una vettura, che ci portò al giardino pubblico, detto Palermo, superba mostra della più lussureggiante vegetazione, nel tempo stesso che raccolta zoologica d’inestimabile valore. Però il monumento che l’uomo seriissimo voleva mostrarmi non era quello: deviammo un po’ dalla passeggiata pubblica e andammo nel recinto delle corse dei cavalli. Qui la nostra vettura fece sosta:
– È questo il monumento? – domandai, un po’ mortificato, non vedendo che un gran piano, più o meno erboso; dei cavalli in aspettativa, della gente a gruppi, dei pali infossati e dei segni di confine.
Il mio uomo più che serio mi fece accostare a qualche gruppoi, invitandomi a stare attentissimo non meno alle corse dei cavalli che alle ancor più sbrigliate scommesse dei gruppi cui stavano vicini.
Le corse cominciarono in quella guisa che, nel gran mondo dello Sport, cominciano e si effettuano tutte le corse di questo genere. Cavalli di razza che sembrano aver l’ali ai piedi; fantini che cadono; distanze che spariscono; terreno che vien divorato; nugoli di polvere che s’alzano.
L’importante non era là: era molto più vicino a me. Qui uomini pallidi, trepidanti, seguivano le rapidissime mosse. A un ceto punto l’uno diceva: – Scomemetto per mille scudi su quesl baio inglese: – l’altro soggiungeva: – Scommetto per diecimila su quel nero tedesco. – A poco a poco le scommesse ingrandivano prodigiosamente: gli scudi diventavano sterline; le diecine di migliaia finivano col diventare centinaria di migliaia! –
Maraviglioso e scandaloso, ma vero! Gridate pure all’americanata, ma non a carico di me che v’espongo fatti. Credevo anch’io di trasognare e non assitevo che alla realtà. Senza contare che c’era pel mezzo altro genere di scommesse, più tacito: le scommesse preventivamente fissate negli uffici dello sport in città.
Col procedere delle corse e delle scommesse, tutte quelle faccie livide mi parevano a poco a poco diventate fantasmi; i cavalli sembravano tutti un corpo con chi li cavalcava: credevo rinascere in piena mitologia per una parte; in piena orgia babelica per l’altra.
Il mio compagno mi domandò: – Non è, per Buenos Aires, un gran monumento cotesto?
Convenni, finchè egli volle, ch’era un monumento, ma pregai l’uomo serio di non farmi più assistere a tali scene. Ciascuno ha il proprio temperamento: io sentiva che tutto ciò mi faceva male, più che se avessi assistito a un disastro ferroviario, dove, almanco, c’è da far vribrare fortemente la corda della pietà. La nostra carrozza s’allontanò da quel recinto. Due signori, lungo la strada, salutarono famigliarmente il mio compagno; egli li invitò a salire nella vettura: si parlò del nostro punto di provenienza e del monumento di aberrazione cui avevano assitito.
Uno dei nuovi saliti disse: – Si potrebbe portar il signore ad ammirare un altro monumento.
– Di questo invero ne ho avuto abbastanza, – risposi.
I tre si scambiarono qualche segno d’intelligenza, poi diedero un ordine al cocchiere e da lì a poco tempo la carrozza si fermò dinanzi ad un recinto murato.»

Ferdinando Resasco, Alle rive del Plata. Ricordi di viaggio. Milano: Fratelli Treves Editori, 1890.




miércoles, 27 de mayo de 2020

"Armando Discépolo y el argentino contaminado", La Argentina en pedazos, Ricardo Piglia (1993)






«Un entrevero cosmopolita. La inmigración puso en crisis a la Argentina tradicional. Los resultados no estuvieron de acuerdo con los pronósticos y las utopías de las clases dominantes. El desencanto de los sectores tradicionales es uno de los grandes temas de nuestra historia cultural a partir de 1890 y hasta bien entrada la década del ’30. Lucio Mansilla sintetiza bien la alarma general: “El gaucho simbólico se va, el desierto se va, la aldea desaparece, la locomotora silba en vez de la carreta. En una palabra, nos cambian la l lengua que se pudre, nos cambian el país. En medio de esta confusión de lenguas y del entrevero cosmopolita los apellidos se pierden como escasa mostacilla entre gruesa munición”. La crisis se generaliza y los problemas de la identidad nacional pasan a primer plano.

La lengua argentina. La posible disgregación de la lengua nacional fue uno de los puntos centrales del debate. Nuestra lengua madre es contaminada y el pueblo habla un verdadero dialecto formado por elementos universales, escribía Estanislao Zeballos. Y Sicardi señalaba: Buenos Aires es una jaula... Se habla un lenguaje que es una mezcla de palabras de todos los idiomas”. En ese contexto la literatura pasa a tener una función social determinante: el escritor, el hombre de letras, aparece como el guardián de la integridad del lenguaje. La literatura no sólo debe asegurar la supervivencia de los valores nacionales, sino también restituir y preservar la unidad de la lengua»

Ricardo Piglia, La Argentina en pedazos. Buenos Aires: Ediciones de la Urraca, 1993.

lunes, 25 de mayo de 2020

"La gesta de Luiggin", Violines y toneles, Roberto J. Payró (1908)




«La gesta de Luiggin.


A Pedro Angelici.

I

–En cuanto junte un capitalito, pongo una carpintería por mi cuenta. El que trabaja hace camino en este país, ¡todo el mundo me lo ha dicho!
Así pensaba Luiggin, el marido de la linda Marietta al desembarcar en Buenos Aires por el antiguo muelle de pasajeros, con pocas liras en el bolsillo y muchas ilusiones y esperanzas en la cabeza, su decisión de buen piamontés, sus fuertes brazos de mozo robusto y su habilidad de oficial carpintero.
Había que verlo subir por la barranca de la calle Piedad hacia el centro, alto, enjuto, con sus largos bigotes negros y sus ojos resueltos y brillantes, dejando colgar los brazos de que pendían dos macizo y encallecidos puños, balanceados por el movimiento, al lado de Marietta, menuda y vivaracha, en cuyo rostro sonrosado ardían como brasas los labios y como llamas las pupilas.
Se habían casado hacía poco, en una aldea próxima á Turín, convenidos de antemano para venir á América en busca de fortuna, seguros de sí mismos, de su buena suerte, de su amor y de su alegría. Y se embarcaron días después de la boda, y aquí estaban ya, en el teatro de la lucha, dispuestos á vencer y convencidos del triunfo.
Luiggin no perdió tiempo, y antes de acabar con la última de las pocas monedas que había traido, ya tenía ocupación y salario en el taller de un paisano suyo, y veía el horizonte de color de rosa, soñando entre las astillas y las virutas con su futuro establecimiento, las riquezas, la vuelta triunfal á Italia y á su pueblo. Su mujer soñaba con él, en las horas tranquilas del descanso, frente á la frugal comida, y á los proyectos de ambos se mezclaban risas y bromas, la afectuosa jovialidad de gente optimista que cuenta con su fuerza y su juventud, y no vislumbra siquiera dificultades en el camino.
El salario era pequeño, bastaban apenas para sus necesidades; pero modestos y ordenados, no sufrían ni se quejaban.
–Hay que empezar por el principio –decía Luiggi, –y es malo apurarse mucho.
Y reía y cantaba bromeando con Marietta, y en el taller, envuelto en aserrín y polvo, su voz alegre, se oía de la mañana á la noche, vibrante de contento y de confianza.
Hasta entonces le había sido imposible poner nada de lado, pues los gastos se equilibraban estrictamente con las entradas. Pero ¿no tenía aquellos brazos formidables y aquel pecho de atleta? ¿Para qué pedir más? ¡Tiempo al tiempo, qué diablos!... Y sin embargo, sin ahorros, no podría establecerse por su cuenta… ¡Bah! Ya llegaría el momento de economizar, aunque el patrón, “paisano” y todo, se mostrara duro y mezquino.»

Roberto J. Payró, Violines y toneles. Buenos Aires: M. Rodríguez Giles, Editor, 1908.

"Inmigrantes á bordo", Violines y toneles, Roberto J. Payró (1908)



«Inmigrantes á bordo.


A José León Pagano.

A bordo del “Pelagus” 14 de Diciembre de 1903.

Mi querido amigo: Mañana, por fin, vamos á desembarcar, con dos días de atraso, y entonces echaré al correo esta primera carta que te escribo, todavía bajo la impresión de terribles emociones.
Mi pasaje de tercera me dio un sitio entre cuatrocientos cincuenta pobres diablos como yo, que llenan el entrepuente convirtiéndolo en una especie de plaza de aldea en día de mercado, pero sin aire, ni luz, ni alegría. Está rebosando de hombres, mujeres, niños, en revuelta confusión, que hablan todos los idiomas, exhalan todos los olores, visten todos los harapos... No te puedes imaginar lo que una persona medianamente educada, por mucho que sea la amplitud de su espíritu, padece en lo físico y lo moral durante uno de estos viajes dolorosos y deprimentes. Mis compañeros mismos, aunque en su mayoría hechos á la miseria, se sienten rebajados de su dignidad de hombres y se rebelan instintiva é inconscientemente contra ello, manifestando la protesta con su irritabilidad y mal humor.
Considérame en este hacinamiento humano, entre multitud de mareados que en un principio aumentaban minuto por minuto, con las apreturas, la falta de aire, el hedor, el contagio inevitable por la excitación y luego depresión de los nervios… En los primeros días yo no podía estar sino en el puente, echado de bruces sobre la borda, mirando el mar, bebiendo la buena brisa del Océano, hasta que la fatiga me obligaba á ir á acostarme abajo, en aquellas mazmorras de madera, en que las camas parecen obscuros estantes para mercancías sin valor, desperdicios de humanidad… Pero no podía quedarme mucho rato: apenas me despertaba cualquier ruido, cualquier movimiento, semi-asfixiado por aquella atmósfera gelatinosa, irrespirable, corría á cubierta y me bañaba en el viento, como para sacarme una pringue que me cubriese de pies á cabeza. Mis pobres compañeros, anónimas reses de aquel rebaño encajonado, sufrían también, y en medio de la noche, entre ronquidos y respiraciones anhelosas, sonaba de vez en cuando algún terno sofocado, alguna imprecación, algún juramento…
Así navegamos varios días, sin poder acostumbrarme á tal suplicio, cuando de repente empeoró nuestra situación sorprendiéndonos una terrible tempestad… El barco amenazaba á cada instante hundirse en el mar para no reaparecer. Las olas rompían sobre el puente, con verdadero furor, cataratas intermitentes y repentinas que se precipitaban con el estruendo de un estampido, arrebatando cuando había sobre cubierta. Era casi imposible mantenerse allí, pero, abajo, con los ojos de buey cerrados y los ventiladores insuficientes, la permanente era una tortura intolerable. Por eso, desdeñosos del baño continuo y del peligro inminente, muchos pasajeros de tercera, y yo entre ellos, preferimos quedarnos arriba, nerviosamente asidos de los cabos, de los pasamanos, de todo cuanto presentara un firme punto de apoyo. Las olas que entraban por la proa y llegaban hasta más de la mitad del trasatlántico, en forma de torrente furioso, nos envolvían empapándonos, y sus espumarajos pasaban sobre nuestras cabezas, haciendo que el puente y todos sus accesorios, mástiles, chimeneas, ventiladores, correaran agua como bajo una lluvia diluviana. Peo aunque á cada momento podíamos ser lanzados, cual por una catapulta, á la inmensidad del Océano negro como tinta, muchos preferíamos el peligro al aire libre, á las angustias de la asfixia… Pero la situación fue haciéndose insostenible, la lucha para mantenernos y no ser arrebatados agotaba rápidamente nuestras fuerzas, y uno por uno, mis compañeros comenzaron á bajar derrotados… Quedábamos los más fuertes, los que más odiábamos el encerramiento, cuando el comandante ordenó:
–¡Todo el mundo abajo! –al ver que una nueva partida de inmigrantes subía á respirar á despecho del peligro.»

Roberto J. Payró, Violines y toneles. Buenos Aires: M. Rodríguez Giles, Editor, 1908.

sábado, 23 de mayo de 2020

La flor del trigo, José de Maturana (1909)





«(Una animadísima algazara de risas y de aplausos saluda la terminación del baile.)
 VIEJO CHALA. –¡Ah, criollos lindos! ¡Así es como me gustan los entreveros!
ROSENDO. –¿Qué cana al aire, compadre, no?
LIBORIA. –Ya lo creo. Y si no tiene compostura, se le priende juego al rancho… Mañana me las vas a contar el viejo, con la caña y el romatismo.
VIEJO CHALA. –¡Juna perra! ¿Quién me diera golver a aquellos tiempos…!
COLONO 1° (acento genovés). –¡Lindo, verdaderamente, lo baile creollo!
COLONO 2° (acento napolitano). –¡E proprio parecito a la nostra tarantela!
TODOS. –Esto se llama la Huella.
COLONO 1° –La guolla, verdaderamente…
VIEJO CHALA. –La Güella, sí (A colono 2°) Pero qué te venís a dar corte de que se parece a la tarantela…. ¡Salí, salite de ahí con el cachimbo…! (Risas estrepitosas.)
LIBORIA. –Tiene razón, se parecen… ¡como el huevo a los chimangos!
TODOS. – ¡Ja, ja, ja, ja!»

José de Maturana, La flor del trigo en Galería de Autores Dramáticos Nacionales. Buenos Aires: Pascual Mediano Editor, 1909.



viernes, 22 de mayo de 2020

Madre tierra, Alejandro Berruti (1920)





«ANTONIO (al advertir a Carmela). – Buenas tardes, señora. ¿No sabe si tardará mucho en volver su marido?
CARMELA (fríamente). – Viene llegando por allí. (Señala izquierda y mutis puerta rancho.)
ANTONIO (hacia izquierda). – Salud, don Pietro. Lo estaba esperando.
PIETRO (entra por izquierda, trayendo una bolsa en una mano y en un hombro colgada la escopeta. Viene sudoroso, fatigado, con visibles muestras de sufrimiento en el semblante). – Bona tarde, Antonio… (A Catalina, entregándole la bolsa.) Tome hiquita, lleve per allá esa patata. Creo que son la última… (Deja la escopeta arrimada a la pared del rancho y vuelve junto a Antonio. Sacándose el sombrero y secándose el sudor con un pañuelo rosco.) ¿Qué dice, Antonio? Siéntese. Yo estoy muy cansado. ¡Qué giornata terrible!... (Ambos se sientan.)
ANTONIO. – Efectivamente, estamos pasando un verano espantoso y para colmo con una sequía tremenda.
PIETRO. – ¿Me buscaba por algo osté?
ANTONIO. –Sí; quería conversar un rato, ya que pronto dejaré estos pagos, aunque pienso volver para despedirme el día de mi partida.
PIETRO (sorprendido). – ¿Cúme, se va de la colonia?
ANTONIO. – Sí, amigo; no deseo estar más al servicio del señor García Castro. Me voy a probar suerte en la ciudad.
PIETRO. – ¿Ha tenido algún disgusto con el patrón?
ANTONIO. – No, pero me resulta violento cumplir ciertas órdenes. Yo no tengo carácter para algunas cosas. Demasiado he cumplido trabajos contra mi voluntad. Ahora, no sé si sabe, el patrón ha resuelto desalojar a varios colonos.
PIETRO. – Lo sé; a me anque.
ANTONIO. – Bueno, y eso yo no lo hago, ni quiero verlo. Prefiero irme, antes que tomar parte en una infamia semejante.
PIETRO (suspirando con honda tristeza). – Ecco il fruto de sei año de trabaco en este campo; quedar en la calle y esposto a morirme de hambre con la familia. ¡Osté había recibido ya la orden del desaloco?
ANTONIO. – No; yo tengo noticias no más; el que ha recibido las órdenes es el juez de paz que no tardará en notificarlo. Yo no quiero saber nada; por eso me voy. Y quería ponerlo en aviso por si no lo sabía. Creamé que me duele darle esa mala noticia, porque yo lo aprecio mucho a usted.
PIETRO. – Mucha gracia. (Al ver que Carmela entra por puerta rancho.) No diga nada más; no quiero que ella sepa esto. La póvera stá delicada de salute.
ANTONIO (incorporándose). – Está bien. Bueno; me voy a ver si empiezo a arreglar mis cosas. (A Carmela.) ¿Qué tal señora, cómo le va?
CARMELA. – Sempre lo mismo.
PIETRO (a Carmela). – Antonio se ne va de la colonia.
CARMELA (indiferente). – Será per mecorar.
ANTONIO. –Posiblemente. Antes de irme del todo, vendré a despedirme de ustedes.
CARMELA. – Cuando guste.
PIETRO. – Disculpe se no lo convidamos cume ante aunque sea con mate cocido. Hace tiempo que no podemo darse ese luco.
ANTONIO (palmeándole la espalda a Pietro). – Lo agradezco lo mismo, amigo. En cambio le voy a tomar un trago de agua, porque mucha sed, ¿eh?
PIETRO. – ¡Cúme no! De eso tenemo todavía.»


Alejandro Berruti, Madre tierra. Drama en tres actos.
Estreno el 16 de noviembre de 1920 en el Teatro Nuevo de Buenos Aires, por la Compañía Rivera-De Rosas.

Bibliografía: Luis Ordaz (selección, estudio preliminar y notas), El drama rural. Buenos Aires: Librería Hachette, 1959.

Testimonio del dramaturgo Alejandro Berruti para el Ciclo Reseñas del Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, disponible online: Repositorio Institucional de la UNLP




jueves, 21 de mayo de 2020

Giorni di neve, giorni di sole. Liberamente tratto dalla vita di Alfonso Mario Dell’Orto, Fabrizio e Nicola Valsecchi (2009)




«Prefazione


Buenos Aires, 12 luglio 2007

Patricia es la joven ausente, siempre presente, porque vive en la memoria de sus seres queridos y en el pueblo.
La vida de cada ser humano es una aventura, un desafío entre luces y sombras. En situaciones históricas que nos llevan a vivir sociedades conflictivas, cargadas de contradicciones.
Argentina es tierra de inmigrantes que llegaron a forjar un nuevo amanecer; aquellos que buscaron construir caminos de lucha y esperanza para ellos y sus familiares.
Así lo vivió Alfonso Dell’Orto a partir de su llegada a Buenos Aires en 1935; y echó raíces donde nacieron sus hijos.
Llegó en un momento particular que vivía el país. A partir del año 1930 comienzan los golpes militares que durante más de 50 años implantan gobiernos dictatoriales y se alternan con gobiernos civiles débiles que nunca terminan su mandato constitucional.
Situación que impidió que el país pudiera avanzar y afirmar las instituciones democráticas del Estado.
El país vivió la incertidumbre y el despojo, concentrando el poder en pocas manos de las oligarquías aliadas con el poder y con los intereses extranjeros.»

Fabrizio e Nicola Valsecchi, Giorni di neve, giorni di sole. Liberamente tratto dalla vita di Alfonso Mario Dell’Orto. Prefazione di Adolfo Pérez Esquivel. Bargazo: Marna, 2009.

Reseña de Marco Albertaro disponible online: Oubliette Magazine

miércoles, 20 de mayo de 2020

Osvaldo Quiroga entrevista a Gustavo Rimoldi (2017)


Entrevista de Osvaldo Quiroga 

a Gustavo Rimoldi por su novela Lontano 

en el programa radial “Solo de noche” 

el 25 de noviembre de 2017.




"Solo de noche", programa de radio Cooperativa.


Lontano, Gustavo Rimoldi (2014)




«Lo primero que le preguntó el doctor Lontano a Emily fue cómo se sentía. La inglesita, acostada y con la vista en el techo, no le contestó. Lontano reiteró la pregunta y se dio cuenta de que ella ni siquiera lo escuchaba. El médico abrió impasible su libreta de notas. Escribió la fecha, el estado de la paciente, el lugar en que se encontraba. Revisó las páginas del cuaderno en las que, durante los primeros días de atención a Emily, había hecho una breve descripción de la misma habitación: “Cama limpia, una cruz en la cabecera, paredes sin adornos, mesa de luz con una jarra de agua y un vaso; dos ventanas con cortinas blancas (abierta sólo la que da al patio interno, la que mira a la pampa, cerrada con postigo y traba); la paciente está acostada, lleva un camisón de hilo, demasiado alto hasta el cuello; no habla, mira un punto fijo del techo, parpadea regularmente, suspira muy bajo.” Lontano se entretuvo otro rato releyendo algunas notas sobre los niños, los pequeños Morgan que Lexton engendró en Emily. Sacó después una revista científica de su maletín y se puso a leer un artículo. Así pasaron más de treinta o cuarenta minutos hasta que el médico guardó los papeles, menos la libreta que dejó en la mesa de luz. Miró con atención a Emily que se había movido en todo ese tiempo. Repitió la pregunta con el mismo tono anterior, como si recién acabara de entrar. Sin embargo ya no lo hizo en castellano, sino que le habló en italiano, y agregó en el mismo idioma una frase del Dante sobre Beatrice. Inmediatamente la inglesita giró despacio la cabeza para mirarlo:
–No sé una palabra de italiano –le dijo, mientras de uno de sus ojos caía una lágrima rondado despacio por la carita blanca.
Lontano sonrió.»

Gustavo Rimoldi, Lontano. Buenos Aires: Paradiso, 2014.

martes, 19 de mayo de 2020

El roce de Dante y otros ensayos, Rodolfo Rabanal (2008)




«Roma, entre luces y sombras, para un extranjero que está de paso, es como un domingo de treinta días o un sábado de treinta noches. La ciudad putrefacta se torna sublime para el ocioso sin rumbo que no busca en ella más que a ella misma. Idéntica a las sirenas que se embellecen bajo la mirada humana para cautivar a los hombres, así me parece Roma: mujer engañosamente fea que se torna hermosa si la miro. Y la miro, desde luego. Pero mirar es aquí también sentir, en todo sentido.
Los resultados de un sondeo probablemente mendaz pretenden convencernos de que los italianos son los europeos menos felices. Me pregunto qué patrón habrán utilizado los encuestadores para medir la felicidad. Porque, a simple vista, los romanos –al menos ellos– desmienten tal conclusión, o tal vez ocurra que la manera que tienen de ser desdichados es tan exuberante que se parece al contento. Poco importa. Y aunque aquí reine el Papa, yo me torno pánico y pagano. Éstos son los días en que sigo las huellas del Peregrino, las huellas del Vagabundo.»

Rodolfo Rabanal, El roce de Dante y otros ensayos. Buenos Aires: Seix Barral, 2008.

Desarraigo, Silvina Ruffo (2014)




«Regreso


Se había jurado no volver.
Mucho menos después de tantos años de ausencia. No le gustaba dar marcha atrás en su vida, desandar los caminos recorridos con tanto esfuerzo, caminar sobre sus pasos; pero las circunstancias lo habían llevado a eso.

El volver se tornaba inevitable y se le había impuesto.
Volvería a ver a sus seres queridos, “a los que quedaban”, pensó, luego de más de veinte años de ausencia.
La miró y una vez más Pedro Trionfetti sintió que el corazón se le comprimía.
–¿Cuánto falta, querido? –preguntó ella posando esa mirada resignada sobre el rostro amado.
Faltan sólo unas pocas horas y ya estaremos en mi pueblo –respondió él.
Ella asintió sin decir palabra y siguió con su tejido, como si nada hubiera pasado. Como si nada pasara.
Pero sí había pasado y mucho
Demasiado…»

Silvina Ruffo, Desarraigo. Córdoba: El Emporio Ediciones, 2014.

sábado, 16 de mayo de 2020

Bianchetto. La Patria del trabajo, Adolfo Saldías (1896)





«Bianchetto dejó la playa de Sestri Ponente sin mirar para atrás; sin un recuerdo tierno para los días sin nubes que para él se habían sucedido. El padre quedaba bien muerto. La tía Marcotta también. Nadie quedaba tras él. Él mismo era nadie: una piedra, una yerba que se aparta con el pie, y se sigue, cada cual ocupado de cosas más serias. Él no tenía más cariño que para su pequeño tesoro, ni tenía más ayuda que la propia. Con ésta ahorraba el costo de su pasaje, pues en cambio de su transporte á Buenos Aires, él servía de grumete en el barco, pudiéndose romper una pierna al subir al palo mayor ó resbalar sobre la cubierta en una noche de borrasca.
¿Cómo había vivido? Algo peor que como vive un pollino, al que se considera por ser el agente indispensable de la ganancia del día. Él nada sabía hacer, porque nada le habían enseñado. Leía apenas, porque el cura había intervenido para que lo admitiesen en una escuela, en cambio de los mandados que él le hacía y de barrerle la sacristía y las dos habitaciones.
El único servicio por el cual no se le había exigido condigna retribución, debíalo á los caballeros españoles, quienes le habían enseñado á cantar y tocar la guitarra, marchándose en seguida para América, é invitándolo á ir allá. Pero ¿estaba seguro que éstos no le exigirían algo en América? ¿Cómo era esta América que tan lejos estaba de la Europa? Recordaba que los caballeros españoles le dijeron que la América era una bella promesa que se brindaba á los hombres de todas las latitudes. ¿Y qué le prometerían á él? ¿Riquezas? Él no debía confiar en las promesas después de lo que le había sucedido con la extranjera.
Entre este deshilachado giraba la mente de Bianchetto el día de la partida del Colombo, cuando la marinería estaba en la faena de cargar y estivar pipas, y cajones, y bultos de toda especie, mientras el mayordomo y su cuadrilla se las habían con los pasajeros y los equipajes, muchos de los cuales valían más que los pasajeros.»

Adolfo Saldías, Bianchetto. La Patria del trabajo. Buenos Aires: Félix Lajouane Editor, 1896.




viernes, 15 de mayo de 2020

Puccini. La biografía americana, Liliana Bellone (2019)




«Giacomo Puccini siempre trató de imaginar los primeros tiempos que pasó su hermano Michele en San Salvador de Jujuy, ese lugar ignoto, de nombre indígena, sonoro como de flauta o silbido de pastores. Lo cierto es que Michele llegó a Jujuy como invitado especial del Senador de la Provincia. Todo era exaltación y agasajos, paseos y tertulias. Los diarios de Buenos Aires hablaban de la llegada del joven músico a la Argentina y colmaban de elogios su figura mientras anunciaban las próximas obras de Giacomo, el gran triunfador. Sin embargo en la soledad de su cuarto, Michele sentía una gran desazón pues no acertaba a desentrañar la realidad; las cosas y los acontecimientos le parecían un sueño. Se miraba al espejo y experimentaba cierta extrañeza ante sus manos, sus ojos, su pelo, su vestimenta. ¿Cómo había podido llegar tan lejos de Italia, a esa pequeña ciudad arrinconada entre los Andes y el altiplano de Bolivia?»

Liliana Bellone, Puccini. La biografía americana. Madrid: Editorial Verbum, 2019.

jueves, 14 de mayo de 2020

El casamiento de Laucha, Roberto J. Payró (1906)





«La casa era bastante grandecita, con negocio de almacén, tienda, y un poco de ferretería. Tenía también un despacho de bebidas, con gran reja de fierro adelante del mostradorcito, y sin mesas, ni bancos, ni menos sillas, para que el paisanaje y el gringaje, no teniendo en qué sentarse, se largara en cuantito tomaba la tarde o la mañana.
Entramos a la ramada, y del otro lado de la reja se nos apareció una mujer de más de treinta años –después supe que tenía treinta y cuatro–, bastante buena moza todavía, alta, muy blanca, de pelo negro y ojos oscuros. Cuando nos contestó las buenas tardes, conocí que era italiana.
–Doña Carolina –le dijo el repartidor–, aquí le traigo un forastero que anda medio en desgracia, y como el hombre busca trabajo, yo le he dicho que aquí puede ser que encuentre. ¿Qué le parece?
–Sí –contestó la mujer, mirándome con atención–; si se queda por acá, luego o mañana no más, han de venir del establecimiento de Torres… Lo pueden conchabar…
–Y usted, doña Carolina, ¿por qué no lo toma de dependiente? Es mozo vivo y capaz de ayudarla.
–¡Oh, yo! –dijo la gringa, suspirando– ya no pienso en eso. Se me ha ido la idea.
–No importa –le dije–; me quedaré a esperar a los de Torres. Y, de mientras, sírvanos dos vasos de vino que sea bueno, que estoy galgueando de sed, y este compañero no le digo nada.
Tomamos el vino, que era bastante rico, y el repartidor se despidió porque tenía apuro de llegar al pueblo. Yo me quedé a la espera, mirando la casa, para matar el tiempo. El almacén estaba regularcito de surtido, con muchas bebidas, latas de conservas en un estante, salchichones y tocino colgados del techo, queso y dulce de membrillo en una vidriera, junto con masas de facturería, caramelos largos, pan viejo y galleta.
Había también cosas de ferretería, frenos, facones, cuchillos, tijera de esquilar, hachas, lebrillos y cacerolas y una punta de chirimbolos; pero del otro lado de la reja, lo mismo que las cosas de tienda, bramante, zaraza, coleta, ponchos, camisetas, pañoletas, calzoncillos, chiripás, hilo, canutillo, pañuelos de seda celestes y colorados, y qué sé yo qué más.»



Roberto J. Payró, El casamiento de Laucha. Buenos Aires: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1906.

Ilustraciones de la primera edición.


El casamiento de Laucha, película de Enrique Dawi (1977)





“El casamiento de Laucha”, película argentina dirigida por Enrique Dawi. 

Guion de Enrique Dawi y Emilio Villalba Welsh a partir de la novela homónima de Roberto J. Payró.

Actores: Luis Landriscina, Malvina Pastorino, Osvaldo Terranova, Mario Sánchez, Noemí Laserre, Ulises Dumont, Marta Albertini, Amalia Bernabé, Romualdo Quiroga, Alberto Irizar y Pedro Quartucci.

Estreno: 18 de agosto de 1977. 

miércoles, 13 de mayo de 2020

Pago Chico, Roberto P. Payró (1908)





«El comercio tenía bastante importancia, sobre todo desde que llegó el ferrocarril, pues entonces comenzaron a establecerse “barracas” para el acopio de frutos del país –lana, cueros, etc.– . Estos establecimientos fueron pronto los más importantes y prósperos, llegando a efectuar ciertas operaciones bancarias –depósitos en cuenta corriente y a plaza fijo, descuentos, giros– que antes hacían difícilmente las principales casas de comercio.
Entre estas últimas, la más notable era la de Gorondo, que reunía en un inmenso edificio de un solo piso con techo de hierro galvanizado, los ramos de tienda, mercería, almacén, despacho de bebidas, corralón de madera, hierro y tejas, mueblería, armería, hojalatería, pinturería, ropería, librería, papelería y droguería, amén de otras especialidades.
Aún quedaban otros establecimientos análogos, restos de la época en que era necesario acapararlo todo para realizar alguna ganancia, y en que todos estos comercios se complementaban todavía con la compra-venta de frutos del país. Pero iban perdiendo terreno ante la especialización, pues año tras año surgieron tiendas y mercerías, almacenes de comestibles, boticas, mueblerías, platerías, sastrerías, zapaterías de diverso orden, hoteles, fondas y bodegones, hasta un conato de librería y una cigarrería pequeña; casas entre las que sobresalía como una perla de incomparable oriente la

Sapateria e spacio di bevida
di Romolo e Remo
  di Giuseppe Cardinali

Pago Chico tuvo, por consiguiente, sus Bon Marché y sus Printemps antes que París, o al mismo tiempo, para perderlos luego y verlos sin duda reaparecer cuando se complete el ciclo de su evolución progresiva.»

Roberto J. Payró, Pago Chico. Buenos Aires: Casa Editorial Mitre - M. Rodríguez Giles, 1908.

martes, 12 de mayo de 2020

Postergación del congreso ADILLI 2020 en Mar del Plata





Estimados colegas:

Nos comunicamos con ustedes para informarles que, lamentablemente y por las circunstancias de público conocimiento, el XXXVI Congreso ADILLI “Representaciones de la infancia y de la adolescencia en la lengua, la literatura y la cultura italianas” no se realizará en la fecha inicialmente programada, es decir, septiembre de 2020. Es una realidad que ha afectado a los diferentes eventos académicos organizados para este año, y lo fundamental es cuidar la salud de todos.

En breve terminaremos de definir la nueva fecha. Por supuesto, los resúmenes o trabajos que han enviado serán considerados para el momento en que el Congreso se realice, aunque también podrán introducir modificaciones si así lo desean.
Les informamos que, una vez que se defina la fecha en que se realizará el XXXVI Congreso ADILLI, se informarán los nuevos plazos para el envío de resúmenes, trabajos y pagos.
Rogamos dar la más amplia difusión a este aviso.
Gracias por su interés y muy cordiales saludos.

Dra. Liliana Swiderski (Coordinadora General) y Comité Organizador Local
Dra. Nora Sforza (Presidenta de ADILLI)

Palabras de gringos. El uso del piamontés en la vida cotidiana de los habitantes de la Pampa Gringa, Marco Giolitto (2018)




«El tema de la emigración a la Argentina permaneció bastante descuidado en el Piamonte por varias décadas, porque los contactos entre los migrantes y sus familias se habían interrumpido, en general debido a la distancia y a las malas comunicaciones. Las relaciones se retomaron hace pocos años a través de una serie de hermanamientos entre algunos pueblos piamonteses y pampeanos, que han llevado los medios de comunicación regional a dedicar mucha atención a este tema y a producir libros, informes, exposiciones sobre la emigración a América. El mundo de la política local se ha interesado en ese momento en el gobierno nacional, que ha creado un Ministerio para los Italianos en el extranjero y otorgado el derecho de votar a los descendientes de los antiguos emigrantes) y ha creado el Día de los Piamonteses en el mundo, en cuya celebración el presidente del gobierno regional otorga premios a los Piamonteses residentes en el extranjero que se han distinguido en su profesión.
[…]
Lo que hemos optado por tratar aquí es, como puede observarse, un tema muy actual en la sociedad piamontesa. El estudio sobre la comunidad piamontesa de la Argentina podría llevarse a cabo en diferentes áreas. Elegimos abordarlo desde lo histórico y lo lingüístico, aspectos en los que se centran nuestros intereses.
[…]
Decidimos entonces orientar nuestra investigación en tres direcciones. A partir de la base de los dos corpus elegidos, uno en piamontés y el otro en español, con informantes de diferentes generaciones, hicimos un análisis lingüístico de los datos […]. También nos ocupamos de la historia de la Argentina y del Piamonte, en una perspectiva tradicional de historia política. Sin embargo, la mayor parte del trabajo se dedica a un análisis en el marco de la historia social de la lengua o sociolingüística histórica.»

Marco Giolitto, Palabras de gringos. El uso del piamontés en la vida cotidiana de los habitantes de la Pampa Gringa. Prefacio de Fiorenzo Toso. Prólogo de Daniel Imfeld. Rosario: Prohistoria Ediciones, 2018.

Antonio, Guillermo Saccomano (2017)




«Te acordás de una noche en que venían resbalando por una ladera nevada. Te agarrás de tus padres. Allá abajo está Intra. Ese es uno de tus primeros recuerdos. También, la guerra. En esos días falta harina, falta azúcar y lo único que sobran son angustias. Mandan los fascistas. En la noche los partisanos bajan de la montaña. Se oyen los tiros. A veces muy cerca. Tu madre tira los colchones en el piso. Las balas pegan en las paredes. En la mañana pueden verse los impactos. Los pibes se levantan temprano para juntar las cápsulas, las coleccionan. A las seis de la tarde empieza el toque de queda. Tu padre sale de la fábrica a las ocho. A veces tiene turno hasta las tres de la madrugada. Sus compañeros se quedan a dormir en la fábrica. Tu padre, no. Vuelve esquivando los tiros. No le importan. Cualquier puede pensar que es un valiente, uno que se arriesga por la resistencia. Pero no. Es un montañés tozudo. Su única razón es que quiere dormir en su cama. Estoy en mi derecho, dice.»

Guillermo Saccomano, Antonio. Buenos Aires: Seix Barral, 2017.

lunes, 11 de mayo de 2020

Pura memoria, Pedro Orgambide (1985)




«Atilio está anclado en el patio de la fábrica y nadie en el mundo lo hará mover de ahí porque Atilio es un navío que no puede navegar un pícolo navío anclado en sus botines nadie lo hará mover al anarquista ni los palos ni los tiros ni ese oleaje de insultos que lo levanta como un barquito de papel en las manifestaciones nadie lo hará mover salvo el pedido de sus compañeros vamos Atilio vamos a la calle vamos a enfrentar a la Patronal y al Gobierno a los cosacos en la tormenta no tengas miedo Negra voy a volver no me van a matar esos carajos no es la primera vez ni será la última y cuando suenan los disparos él levanta la gorra como una bandera como un barquito de papel no tengas miedo Negra cuidá al chico al Atilio que ya vuelto avanti avanti popolo vamos vamos Atilio pará pará Atilio en orden en orden por favor compañeros Atilio avanza con sus botines gruesos avanti avanti hijos del pueblo canta caminos canta y viene caminando desde Calabria madre santa siempre camina Atilio y es un barquito es un chico que tiene que darle de comer a los chanchos el pan duro la mamma y el padre desangrándose camina Atilio camina en Buenos Aires en el verano de 1919 es un barquito que no puede navegar un barquito de inmigrantes que non podeva y a unos los desembarcaron en Norteamérica y a otros en Brasil y él caminando por las calles de Barracas buscando a sus paisanos y encontrándose con La Negra buena mujer aunque no sabe nada de política sabe hacerle aspavientos caricias a su hijo eso sabe La Negra que lo recibe al fin de la jornada puro insulto puro amor de La Negra gritándole parecés un delincuente y el chico Atilio chico esperándote todo el día revoltoso revoltoso no quiero que te maten non podeva non podeva explicar Atilio la marejada del mundo es demasiado para él levanta la gorra grita avanti…»

Pedro Orgambide, Pura memoria. Buenos Aires: Brughera, 1985.