miércoles, 19 de diciembre de 2018

Che Gringo, de José Luis Michelotti (2006)


  


«Querido hijo:

Ayer de tarde, paseando por Belgrano, me encontré de pronto ante una antigua estatua de mármol de ojos blancos como la de los ángeles barrocos. Estaba colocada sobre un pedestal en el centro del jardín de una antigua casa venida a menos. Me detuve un momento a contemplarla, y esos ojos se me aparecieron como el símbolo de la desmemoria que el paso de los años irremediablemente agudiza.

Tocado por esa visión me dije que había una forma de rescatar mi pasado del olvido. Regresé a casa y me puse a remover la estantería de mis libros, hasta que di con un largo relato que escribí hace algunos años y que hoy te envío para que me ayudes a interpretarlo. Por sobre las ambigüedades, las ficciones y las realidades de una época de la que fui partícipe, y de un país de adopción que tomé como propio, los recuerdos aparecen como algo inevitable.

Como verás, estas historias repletas de metáforas sobre esos ángeles insomnes y desmemoriados, que ahora adquieren la consistencia del ensueño, son mi legado. Creo que las escribí para liberarme del pasado y recuperar la inocencia. Hoy los recuerdos son algo semejante a una purificación, la interpretación de una realidad personal y colectiva que me tocó vivir intensamente, y que me ayudará a pasar con un poco menos de desgano estos últimos años de mi vida.

Tu papá, que te quiere


José Luis Michelotti, Che Gringo. Córdoba: Fojas Cero Ediciones, 2006.

"Crónica de una herencia (a mi padre)", de Oscar Agú (1996)





«Allí se acunan las historias
con ojos azules de mar y lino
de ternura
y miedo.
Porque lo brutal era comensal del campo
desde el sol a la siembra
de siembra a la cosecha
y vuelta al arado
con un breve visteo a la escuela.
Porque lo brutal era el miedo de los hijos
y la ternura ese aleteo de pájaro nocturno
que se posaba en un beso de madre,
de mujer arruinada por trabajos hombrunos
que tenía su tiempo
para espantar los miedos.
Era brutal el campo, me dice el viejo
y apenas era un niño.»

Oscar Agú, Crónica de una herencia. Santa Fe: Ediciones “El Arca del Sur”, 1996. Prólogo de Gastón Gori.

lunes, 17 de diciembre de 2018

L'Argentina, de Mario Puccini (1939)




«C’è una Pampa che si potrebbe chiamare letteraria, ideale, ed una Pampa autentica, reale, viva e vivente. Della prima, si parla molto: e non solo dai lontani, anche e soprattutto dagli Argentini. Bisogna subito farci i conti e sbrigarsi con questa Pampa: come tutte le cose che la fantasia umana troppo a lungo e compiacentemente ha accarezzate, essa è diventata quasi un cliché.
[...] Ma il popolo argentino non è grande per la sua mitologia, è grande per la sua potenza di creazione e di costruzione: gli si farebbe un grande torto se lo si vedesse ancora legato più alle favole che alla vita. E questa, cioè la realtà, fu diversa: diversa e non facile: i primi lottatori della Pampa non sono ancora dei realisti totali, sono a metà dei poeti; occorrono dei secoli prima che la Pampa ceda, prima che la Pampa si sottometta. Ma è tutta una storia eroica; è nella Pampa e per la Pampa che l’Argentina trova veramente se stessa, sioè le sue virtù di costanza e di forza, quelle virtù che determineranno la sua potente fisionomia. Battaglie cruente, e battaglie incruente; ma queste quanto più dure delle prime!
Una terra sterminata: più si procedeva e più pareva di essere al primo passo. Una terra senza nodi e senza poesia; ma, appunto perché tale, d’una monotonia, d’una durezza da piegare dei giganti. Resistere poi a quel cielo: era non soltanto monotono e duro come la terra, ma era staccato, lontanissimo: impossibile comprenderlo con lo sguardo, quasi perfino crederlo vero. Non più una favola, ma sentore ancora di favola: quegli uomini debbono tutti i giorni vincere la propria volontà d’abbandono, tutti i giorni debbono lottare contro non si sa che strana pigrizia, tutti i giorni corrono il pericolo di addormentarsi in un sogno che potrebbe essere, che anzi certamente sarebbe senza risveglio. Battaglia lunga, stremante, difficile; ma è cittoria, un giorno.»

Mario Puccini, L’Argentina. Milano: Garzanti, 1939.

Imagen: “La lavandera” de Prilidiano Pueyrredón. Colección del Museo Nacional de Bellas Artes.


Ha pasado la nostalgia, de Gastón Gori (1950)




«Las primeras colonias de inmigrantes, no tuvieron su cronista completo. Ha quedado un vacío irremediable. Nos faltaron espíritus consustanciados con la época y dotados de sobresalientes cualidades, de tal manera, lo escrito por sus contemporáneos, no logra la perennidad literaria de un Hudson, un William Mac Cann, en la descripción de las costumbres del hombre argentino. Su permanencia está sostenida por cuadros fragmentarios, apuntes estadísticos, observaciones parciales, como no se trate de fragmentos de Edmundo D’Amicis asistidos por indudable aptitud literaria, pero escritos cuando muchos de los pioneros gringos habían fallecido y los linares “multiplicaban sus ojos”. ¡Pero los linares, tan rezagados del trigo! Tampoco Peyret fué el destinado a realizar la labor que en lo “criollo” inmortalizara a Robertson, Mac Cann, Hudson, por citar sólo a extranjeros como él y al autor de “El Ombú”. Este nuevo visitador de colonias, deja de ser un hombre de curiosidad rápida durante pocos momentos. Es incompleto en la penetración de los hombres, tipos, caracteres, lugares, costumbres; no seguiría como D’Amicis, los pasos de un emigrante embarcado que, en alta mar, cruza pasillos y se introduce en cabinas. Peyret mira un edificio aunque a su lado griten en la nerviosidad de las “partidas” cuando se aprontan jinetes en las “cuadreras”… “Me senté bajo un sauce para esperar el regreso del tren, porque no me interesaban mucho las carreras criollas que se corrían en ese momento en Colastiné, y pasé el tiempo contemplando los edificios del Paraná que brillaban en lontananza sobre la barranca altísima de la ribera opuesta”. Este hombre está de espaldas al sitio donde, sin duda, con los “indígenas” (x) se mezclaba gente europea agauchada, que después de perdido su recelo, terminaba por admirar las costumbres y la vestimenta del criollo adoptándolas en decidida emulación.»

(x) Así suele llamarse al criollo.

Gastón Gori, Ha pasado la nostalgia. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1950.


miércoles, 5 de diciembre de 2018

La comparsa se despide, de Alberto Vacarezza (1932)




«Serpentina - Si me permiten las damas, voy a explicar el sainete porteño.
Film – (Un extranjero) ¿Y qué es eso de la sainete porteño?
Serpentina - ¡Poca cosa!
Un patio de conventillo,
un italiano encargao,
una percanta, un villano,
un yoyega retobao,
dos malevos de cuchillo,
un chamuyo, una pasión,
choque, celos, discusión,
desafío, puñalada,
aspamento, disparada,
auxilio, cana… telón.
Film -                ¿Y todo eso es la sainete?
Serpentina – No se apure, don Mister,
que voy a mandarle el resto;
pues debajo de todo esto
tan sencillo al parecer,
debe el sainete tener
rellenando su armazón,
la humanidad, la emoción,
la alegría, los donaires
y el color de Buenos Aires
metido en el corazón.»

Alberto Vacarezza, La comparsa se despide. Buenos Aires: Tall. Graf. Sudamericanos, 1932.

Fotografía: Casa Colectiva La Nacional, conocida como el «Conventillo de la Paloma», Thames 145/49 y Serrano 152/58 (Buenos Aires).

martes, 4 de diciembre de 2018

La Repubblica Argentina. Annuario dell’Emigrante Italiano, de Edoardo Spiotti (1906)




«Nessuna pagina di questo libro è stata scritta di maniera, o seguendo gl’impeti della improvvisazione, perchè tutte le materie trattate, tutti i consigli raggruppati nei volumi di Repubblica ArgentinaAnnuario dell’Emigrante Italiano – rispecchiamo studii serenamente compiuti, vita variamente vissuta, leggi fedelmente trascritte; perchè lo scopo di questi volumi è quello di concorrere, con tutto l’entusiasmo, a rendere sempre più igieniche le correnti migratorie che, dall’Italia, si spingono al Plata. Giacchè le leggi, di per loro stesse insufficienti, abbracciano appena una meschinissima parte, il viaggio dell’emigrante, ma se poi esso è vinto nella lotta per la vita che deve combattere in paese straniero, viene abbandonato alla carità dei patronati che, o non posseggono i mezzi per esplicare convenientemente la loro azione, o, se li hanno, si studiano di conservarli e aumentarli per opere filantropiche di là da venire; di modo che, al povero emigrato succede come a quei soldati, ai quali si dà ogni facilitazione perchè vadano alla guerra e non li si soccorre quando restano mutilati in una battaglia.
Tutte le guerre, sommate assieme, non hanno fatto tante vittime quanto l’emigrazione. Studiare questo fenomeno così complesso guardando i dettagli o trascurando l’assieme, è lo stesso che preoccuparsi della febbre che affligge un ammalato, senza darsi conto della causa che la produce.
Per questo appunto noi chiediamo al pubblico tutto il concorso che esso può dare, allo scopo ci migliorare questo “Manuale dell’Emigrante”. Il pubblico che emigra, che sta per emigrare, il pubblico che osserva, che ama, che ha palpiti e si preoccupa della sorte di tanta povera gente che abbandona la patria, può, meglio degli altri, dare a noi suggerimenti e consigli, perchè, migliorando l’opera nostra, essa, dalle pagine di questo libro, s’irradi sui nostri fratelli che scelgono l’Argentina per la realizzazione di nuove speranze.»

E. Spiotti, La Repubblica Argentina. Annuario dell’Emigrante Italiano. Anno II – 1906. Genova: Soc. An. Industrie Grafiche ed Affini – Libreria Editrice E. Spiotti – Deposito Generale per la Repubblica Argentina presso Alfredo Cantiello, 1906.

Libro extraño, Tomo III. Don Manuel de Paloche, de Francisco A. Sicardi (1899)




«Genaro canta en el segundo libro el poema del suburbio y con él muere una parte de la vieja alma nacional. El ombú se vá; los cercos de moras y de sina-sina se van. Sobre los charcos mefíticos y verdes, donde se pude la basura y se esfacelan las osamentas abandonadas, se levantan casas pequeñas por todas partes y en el cambio violento de las cosas, hasta el idioma se vá transformando. Ahora don Manuel de Paloche empieza su peregrinación y escribe su libro. Entra en la ciudad con sus ímpetus de iluminado, que vive treinta años adelante como un profeta. Bien pronto el martirio lo espera. Habrá pagado él también tributo, entregando la vida á su credo. Es la repetición de la vieja y triste historia de los sacrificados por la civilización, que se ha entrado aquí á saltos violentos, apurada por la Europa que todo lo ha modificado.
La teja ha desaparecido; el techo de pizarra negrea sobre los palacios; la pintura al óleo tapa los vetustos blanqueos de los frentes y la pared lisa está adornada de columnas y artísticos frisos. Los grandes cristales de las ventanas chisporrotean en la hilera larga de las casas de altos. Por todas partes hay un ímpetu de vida ferviente y alegre. Se edifica con apuro y ya se ha perdido la monástica seriedad de los antiguos edificios con sus grandes patios de baldosas y ladrillos llenos de verdín. Han tronchado las higueras y los parrales de gruesa cepa. El mosaico de color variado es el rey de los pisos y los sustituye. No hay pozos. Algibes quedan pocos. La ciudad tiene sus túneles subterráneos, un dédalo de cañerías que traen agua y gas á torrentes también. Por todas parte cruzan alambres. Buenos Aires es una jaula. La electricidad lleva y trae la palabra y el pensamiento humano; los trenvías, los carros y coches se atropellan en sus calles, chocan y suenan. Un enorme fragor cruza de punta a punta y zumba á lo léjos. Son las notas de la actividad, es el barullo de la colmena. A veces es imposible pasar. Ruedas y lanzas de coches, capotas y gente han hecho una trenza en una boca-calle, y mientras la muchedumbre se aglomera, los vehículos están detenidos atrás en largas y oscuras filas. Se habla un extraño lenguaje, una mezcla de palabras de todos los idiomas. Al fin se mueve la enorme caravana en medio de un pueblo vigoroso, que parece llevar en su sangre los gérmenes sanos de todas las razas. Hay mucho apuro. Cada uno vive por cuatro. La gente muere joven, porque las metamorfosis son violentas.»

Francisco A. Sicardi, Libro extraño. Don Manuel de Paloche. Tomo III. Buenos Aires, Imp. “Europea” de M. A. Rosas, 1899.

Imagen: Estación Terminal Plaza Constitución del antiguo ferrocarril del Sud (Ferrocarril General Roca). Archivo General de la Nación.