sábado, 6 de abril de 2019

Civiltà italiana nel mondo. In Argentina, de Mario Puccini (1938)



«Dal 1874 al 1880 entrano in Argentina un poco alla volta 268.504 emigranti italiani: e, dice José Antonio Wilde, “los italianos han sobrepasado en número a todas las demás naciones: la italiana es una inmigración utilísima, y son innumerables las instituciones importantes creadas por ellos. En todas partes han establecido también sociedades de socorros mutuos”[1]. E Pedro y Caraffa: “el italiano ha cultivado tierras y a distancias tal lejanas de hacer vacilar del éxito, por las dificultades en los caminos, hasta de perder la vida”[2].
Il che vuol dire che, dai primissimi emigranti del 1500, che partono con Juan Dios de Solis e con Caboto, a questi che vanno nell’epoca in cui l’Italia è già una nazione, benchè ancora una povera nazione, non c’è differenza nè di carattere nè di spirito: l’avventura, costi quello che costi, va tentata; l’italiano osa, l’italiano si butta sempre e comunque. E sempre e comunque vince.»

Mario Puccini, Civiltà italiana nel mondo. In Argentina. Buenos Aires: Società Nazionale Dante Alighieri, 1938.




[1] “Gli italiani hanno superato in numero tutte le altre nazioni; l’italiana è un’immigrazione utilissima, e sono innumerevoli le istituzioni importanti ch’essi hanno create. In ogni paese essi hanno inoltre messo su delle società di mutuo soccorso”.
[2] “L’italiano ha coltivato terre e a distanza così lontane da far dubitare del successo, per la difficoltà delle strade, fino a perdere la vita”.

viernes, 5 de abril de 2019

Emigrazione italiana, de Cesare Carocci (1900)





«Economisti, sociologhi, viaggiatori, tutti sono concordi, nell’affermare la grande supremazia dell’Argentina su ogni altro paese d’immigrazione per noi, e lo splendido avvenire che ancora le è riserbato.
Il conte P. Antonelli scrive: “Il clima non potrebbe essere più favorevole, la terra è fertile e di un’immensa estensione; la libertà di azione, di culto e di pensiero è garantita; le comunicazioni sono rapide e facili nei centri di colonizzazione; l’accordo più completo regna fra indigeni ed immigranti; l’affinità della lingua facilita i rapporti social”.
Almeno 80 mila immigranti, dice un recente rapporto del March. Malaspina di Carbonara, R° Ministro in Buenos-Ayres,[1] possono essere collocati annualmente nell’Argentina senza alcuna difficoltà: e collocati, si aggiunga, quali futuri proprietari di terre, dove non esistono nè padroni nè fazeinderos bosses schiavi bianchi nativisti. Nel governatorato di Missiones sono disponibili numerosi lotti di terreno, di 100 ettari ciascuno, al prezzo di 2 pezzi l’ettaro (circa L. 5.30 al corso attuale) pagabili in 5 rate annuali, consigliabili ai nostri coloni che hanno 7 o 8 centinaia di franchi.
Naturalmente, non mancano nemmeno nell’Argentina i mestieranti e imbroglioni, che cercano di vivere sfruttando i nuovi venuti: ma la loro triste influenza, per la sorveglianza delle commissione d’immigrazione delle provincia, è meno estesa e meno deleteria che altrove. Anche ad un libro recente, presentato all’Esposizione di Torino (Sezione emigrazione e colonie della divisione Italiani all’Estero) intitolato appunto Gli Italiani nella repubblica Argentina, si rileva che la nostra emigrazione vi ha una condizione economica buona e “ottima nei rapporti social”.»

Cesare Carocci, Emigrazione italiana, Firenze, Ufficio della Rassegna Nazionale, 1900.


[1] Bollettino, n. 140, febbraio 1899.

jueves, 4 de abril de 2019

El Indio y la Colonia Esperanza, de Gastón Gori (1972)





«Uno de los problemas que se presentan para realizar el estudio del indio en relación con la colonia Esperanza en el siglo XIX, es el de precisar los objetivos, puesto que el asunto ofrece distintas posibilidades ya sean de método o de objeto. Con respecto al primero, si la investigación se redujera a determinar la presencia del indio en la colonia o en sus alrededores inmediatos, el tema carecería de interés histórico en tanto que el indio no influyó de ninguna manera ni es su desenvolvimiento ni en el atraso de sus primeros años de fundada. Es decir, no fue un factor humano que intervino en los trabajos agrícolas –salvo en la instalación de la colonia– como tampoco los impidió ni obstaculizó con incursiones masivas.
De tal manera nos quedaríamos al margen de lo que verdaderamente es historia interna de la colonia y sólo abarcaríamos unos que otros episodios sin relevancia en la perspectiva del tiempo y en las circunstancias épicas, que sólo revisten las características de hechos aislados, y comunes, que sucedieron también y primordialmente en las estancias pobladas de hacienda.»

Gastón Gori, El Indio y la Colonia Esperanza. Museo de la Colonización Publicación N° 2. Santa Fe: Librería y Editorial Colmegna, 1972.

Esperanza, madre de colonias, de Gastón Gori (1969)




«Cuando nos referimos a la fundación de Esperanza, seguimos el orden del pensamiento y de los hechos históricos que dieron origen a un proceso evolutivo de singular trascendencia en la vida y en el desenvolvimiento económico, demográfico y cultural de nuestra nación. De tal manera, decimos históricamente fundación de Esperanza refiriéndonos a la colonia de agricultores inmigrantes que le dieron origen. La ciudad, aunque prevista como centro urbano, no entró en los cálculos del colonizador Aarón Castellanos, ni se le obligaba a tal finalidad, según el pensamiento del gobernante, don Domingo Crespo, que confió en ese hombre de empresa para poner en marcha, en nuestra provincia de Santa Fe, uno de los principios que inspiraron a los constituyentes de 1853. El gobierno de Santa Fe se reservaba por el contrato de colonización, los derechos sobre una “área intermedia” entre las dos secciones de campos que ocuparían las familias, para ser vendida “a los que quieran edificarla con el fin de aumentar la población colonial”. De donde resulta correcto considerar a la ciudad como una consecuencia de la prosperidad de la colonia de agricultores.
No se trataba de fundar una ciudad, ni un pueblo, sino una colonia di agricultores, con familias europeas, honestas y laboriosas. La civilización que había penetrado hasta entonces en el desierto –se consideraba desierto lo que estaba más allá de la línea de fortines militares– era inminentemente pastoril. La ganadería fue un medio de avance de la civilización, pero insuficiente antes y después de Caseros, para colocar al estado argentino en el nivel de las naciones progresistas.»

Gastón Gori, Esperanza, madre de colonias. Museo de la Colonización Publicación N° 1. Santa Fe: Librería y Editorial Colmegna, 1969.


Familias Fundadoras de la Colonia Esperanza, de Gastón Gori (1974)




«Si fundar es edificar materialmente una ciudad, fundar una colonia agrícola y a la vez realizar una política de inmigración, significa edificarla materialmente, pero además iniciar con ella lo que es objeto de su creación: el trabajo de la tierra, las siembras, las cosechas, y radicar en carácter de familias campesinas a las inmigrantes.
Esta premisa es valedera para aplicar la calificación que corresponde a las familias que llegaron desde el día 27 de enero de 1856 a Esperanza hasta completar en el transcurso de ese año las doscientas que debía traer Castellanos. En principio la acción de las familias –como la de Castellanos– es un acto de inmigración y colonización. Y no sería incorrecto llamarlas familias colonizadoras –en el sentido de establecidas en una colonia agrícola– y llamar colonos a los que trabajaron la tierra. Pero he preferido llamarlas familias fundadoras, porque ellas en numerosos casos edificaron materialmente la colonia construyendo sus ranchos y todas cumplieron con el objetivo que se busca al fundar una colonia: araron, sembraron y además, después de 1860 edificaron sus propias nuevas viviendas sin intervención oficial, plantaron árboles, alambraron, apacentaron y multiplicaron sus ganados, ejercieron otros oficios, es decir que dieron nacimiento y vida a una colonia con su propio trabajo. Y eso es fundar. Además en documentos de la época quienes estuvieron directamente vinculados a la colonia Esperanza por sus funciones, como Adolfo Gabarret o Ricardo Foster, al referirse a las primeras familias las llaman “familias fundadoras”

Gastón Gori, Familias Fundadoras de la Colonia Esperanza, Museo de la Colonización Publicación N° 3. Santa Fe. Librería y Editorial Colmegna, 1974.

martes, 2 de abril de 2019

Crónica gringa y otras crónicas, de Jorge Isaías (2010)





«Una biografía.
Para Angélica Gorodischer

Para que mi cuerpo
ocupara un mínimo lugar
sobre el esplendor verde de esta pampa,
un intersticio vital bajo los soles
húmedos que tiene mi provincia,
debió pasar un tiempo largo.
Millares de inmigrantes tuvieron que cruzar
el fragoroso Atlántico, instalarse
en este Sur lleno de abrojos,
víboras, avestruces, ombúes y calandrias.
Los míos debieron sembrar todo este trigo
y fecundar a sus mujeres. Alzar sus casas
precarias y plantarle en el patio muchos árboles
y yo, debí admirar el color primario
de tantas madreselvas y el espacio abierto
con mi asombro. Atestiguar las faenas fatigosas:
arado, siembra, rastrojo y la vasta cosecha
en los diciembres.
Para que mi voz sonara humilde y firme,
debí perseguir cuises y pájaros
en la desidia infinita de la siesta;
robar melones, trepar todos los árboles
hurtando la miel de tantas brevas.

Debieron pasar montones de junios neblinosos
para que yo, Jorge Isaías me llamara.»

Jorge Isaías, Crónica gringa y otras crónicas, Rosario: Editorial Fundación Ross, 2010.