Adán encuentra a Chacharola
-¡Chacharola! -gritó la voz de un chico, dura y llena de
aristas como un cascote-. ¿Y las cuatro sábanas de hilo de Italia?
El coro repitió en un acorde brutal:
-¿Y las cuatro sábanas de hilo de Italia?
Se oyo al punto el graznido ronco de la vieja:
-Brigante!
-¡Chacharola!
¿Y el anillo de oro? –cacareó en seguida otra voz infantil que no era inocente
ni lo había sido jamás.
-¿Y el anillo de oro? –repitieron a una las voces
corales.
Adán aceleró su marcha.
-Bandito!
–graznó la vieja desde la calle Hidalgo.
Ya en el cruce de Monte Egmont e Hidalgo un tropel
de chiquilines en fuga cayó sobre Adán Buenosayres, lo hizo girar como un
trompo y se alejó en clamorosa desbandada. Simultáneamente Adán vió cómo el
palo de la Chacharola describía una parábola en el aire, y oyó a la vieja que,
tremolante de brazos, dirigía un insulto final a sus cobardes enemigos:
-La putta de
la tua mamma!
Recogiendo el palo de escoba que había rodado hasta
sus pies, Adán se dirigió a la Chacharola y lo restituyó a su mano crispada
todavía. Entonces la vieja reacomodó lentamente sus arrugas hasta construir
algo semejante al espectro de una sonrisa, y tendiendo hacia los fugitivos un
índice rematado en cierta uña luctuosa:
-¡Son unos hijos de puta! –los definió castizamente.
Luego, señalando con el mismo índice la vecina
torre de San Bernardo:
-Hoy, San Vitale –gruñó devotamente-. Bello!
-Sí –le respondió Adán-, la misa de San Vitale.
La vieja recobró súbitamente su máscara de ira y le
clavó dos ojos fanáticos.
-¡Un mártir! –dijo en tono polémico.
-¡Un gran santo! –la tranquilizó Adán en seguida.
-¡Povero San
Vitale! –lloriqueó entonces la vieja sin una lágrima-. Bello! Bello!
Y se alejó por la calle Monte Egmont rumbo a la de
Olaya, trazando con su cabeza fatales movimientos de negación.
Marechal, Leopoldo, Adán Buenosayres. Buenos Aires: Sudamericana, 1948.
Imagen: detalle de la tapa de la primera edición de Adán Buenosayres (Buenos Aires: Sudamericana, 1948).
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