Si él emigró fué por humor de aventuras...
«Y Felipe, apretándose la barriga, se acercó al
oído del padre y le secreteó buen rato; luego a Barbarossa, y a Pietro y a
Giácomo, que descendió de las alturas. Y todos se rieron locamente,
estrepitosamente, como al principio; desplomado Barbarossa sobre el mostrador;
Giácomo en brazos de Pietro; Nero, el padre, en el escritorio… Callaban y
volvían a reírse, siendo todo esfuerzo inútil para detener la desbordada
jarana, ni el mismo gesto del patrón, mueca de broma que no llegaba a adquirir
la necesaria rigidez del mando.
Felipe, Giácomo y Pietro cantaron aquello de Alle tre, alle tre… haciendo reverencias
a Fortunato; y otra vez le pusieron la corona de hierro y le pasearon en
triunfo. Barbarossa mismo tamborileó sobre un balde con un par de clavos largos
y el viejo Nero se colgó del badajo de la campana, plum, plum, plum, que no parecía sino que tocaban a
fuego.
Entraban los mozos empujando la vagoneta vacía y
en ella hicieron subir al alegre toscanito, proclamándole el más travieso de
los traviesos.»
Ocantos, Carlos María, Misia Jeromita. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Idamor
Moreno, 1898.
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