«Se sentía en Florencia, más
que en ninguna otra parte, la fuerza de la vida […]. Y se sentía al arte
también, la presencia permanente, vital, del arte. Los rostros, los ademanes,
se transfiguraban en esa atmósfera, como si requirieran el fondo familiar de
las pinturas o el modelado del mármol y del bronce para destacarse con
intensidad propicia. Iban por la calle unos niños cantando, danzando, y
componían un bajo relieve de Mino da Fiesole o de Luca della Robbia; iban unos
pulcros, graves adolescentes, y era Donatello, y era Pallaiolo; iban unos
paisanos, y era Ghiberti; iba un caballero delgado, como una flor el traje de
brocado de plata, y era Benvenuto Cellini; iban unas damas, con collares de
rica armazón y alhajas en las mangas de terciopelo, ceñidas las frentes por
arcos de oro, y era Pontormo; iba un atleta, y era Miguel Ángel.»
Mujica
Láinez,
Manuel, Bomarzo. Buenos Aires:
Sudamericana, 1964.
Imagen: L’Orco, del Parco dei
Mostri o Sacro Bosco en Bomarzo (Viterbo).
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