jueves, 28 de noviembre de 2019

Réquiem para la adolescencia, de Martina Gusberti (1989)





«Nonna Ines

Era una viejecita adolescente, pequeña, enjuta, rostro afilado, risa fácil. Graciosa y ocurrente en los relatos que refería en su atropellado dialecto cremonés, apenas inteligible para los extraños a la mesa familiar.
Al escucharla, cerrando los ojos, se tenía la sensación de que a una desenfadada joven campesina; y si jugando, se la hacía girar en brazos, no pesaba más que una colorida volanda de papel que hiciera círculos mirando el cielo. Todo, acompañado por el sonajero de su risa.
He visto fotos de ella sacadas en los viñedos, en tempo de vendimia, donde se mostraba con plegada pollera aldeana, sujeta a su cintura; un largo delantal rojo y un ramito de flores silvestres sobre el ala de su capelina de paja. Me parecía la más joven y hermosa del grupo.
Su vivienda era una típica casona románica, con gruesos muros y pequeñas ventanas con arco, pero con las refacciones modernas en baño y cocina, que mandó hacer su únia hija soltera. El amplio salón-comedor-lugar de estar, sólo se utilizaba en verano o  en días de reuniones especiales. Tenía techos con travesaños de rústica madera, enorme mesa central, un hogar secular e piedra, altos aparadores con puertitas de vidrio biselado, y en un rincón, un antiguo aparato fuera de uso, que, manejado a mano, sirvió para moler las olivas y extraerles el aceite.
Su anecdotario era inagotable. Atesoraba narraciones referentes al pasado del pueblo, a los sucesos acaecidos a cada uno de sus habitantes, a historias de plantas, animales y cosas; y a cuentos de hechos parapsicológicos, porque ella percibía que el cerebro humano es un universo inexplorado, pleno de energías ignotas.»

Martina Gusberti, Réquiem para la adolescencia. Buenos Aires: Plus Ultra, 1989.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.