jueves, 28 de noviembre de 2019

Los gauchos colonos. Novela agraria argentina, de Mario César Gras (1928)




«Era Eufemio Morales, el dueño de aquella precaria sementera.
La llama de alguna preocupación animaba su rostro enjuto, su mirada brillante y enérgica. En su mano derecha se advertía un rústico arreador de campo con cuyo cabo golpeaba nerviosamente la caña de su bota.
De pronto, se adelantó parsimoniosamente hacia donde caía la paja desmenuzada que arrojaba el tubo emparvador, recogió un puñado de ella, lo examinó con detención, hizo un gesto de desagrado y dirigiéndose al empresario de la trilla que a la sazón descansaba recostado sobre unas bolsas vacías le increpó con visible mal humor:
–Vea, don Bachica, que m’está triyando muy fiero… ya van tres ocasiones que se lo alvierto… tuito el grano se entre la paja…. ¡Mire!
Y mostró en la palma de la mano las brillantes semillas de lino que denunciaban la deficiencia del trabajo.
El aludido se incorporó pesadamente, miró al colono con fastidio y contestó gritando casi, con voz aguardentosa, de marcado acento italiano:
–¡Que tanto corovar!.... Ya l’he dicho que no le custa mi trabaco mi mando mudar in siguida, mi mando….. ¡Demasiado sirvicio li hago triyandole esta porquiría que no rinde un corno!.. ¡Per la Madona!...
Hablaba accionando grotescamente una perturbadora embriaguez. Sus ojillos azules y fulgurantes chispeaban en su faz congestionada y sudorosa.
–¡Cuidao con bandiarse, amigo, no se vaya a refalar!.... yo le pago pa que me triye como se debe ‘entiende? –contestó sentencioso y amenazante el paisano, cuyo rostro había adquirido una palidez plomiza, denunciadora de la cólera que lo ahogaba.
–¡Nu mi venga cun cumpadradas ¡Sacramento! –rugió el italiano poniéndose de pié en actitud hostil.
Morales enardecido por el desplante, revoleó en alto el arreador y habría azotado con él al insolente, si no se hubieran interpuesto algunos peones para evitarlo.
–¡Gringo maula!... De lástima no lo destripo ai no más, por desalmao y sinvergüenza –gruñó el paisano en el paroxismo de la cólera, midiendo con la vista al desconsiderado empresario que, trocando súbitamente su chocante altanería en la más irrisoria sumisión, se había puesto, de un salto, a varios metros de distancia de su irritado contenedor.
La escena fue fugaz, como la luz de un relámpago. El bullicio del trabajo, ahogó los últimos rezongos del colono que, recobrando su serenidad, volvió a colocarse al amparo del sombró de la casilla, mientras el empresario se entregaba, prudente y resignado, a subsanar la deficiencia de la máquina que había provocado el reciente enojoso conflicto.»

Mario César Gras, Los gauchos colonos. Novela agraria argentina. Buenos Aires: Talleres Gráficos Argentinos de L. J. Rosso, 1928.



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