«El sueño refulgente.
En todas las aldeas de
Europa latía el mismo anhelo: el de partir en busca de nueva vida al continente
lejano. Era un sueño inquietante, una ambición profunda que se ahincaba en las
almas desde la infancia a la vejes. América formaba parte de una tradición de
riquezas y bienaventuranzas y tenía el prestigio de una leyenda en los pueblos
rudos y sencillos de la Europa Medieval; prestigio que se alargó durante
centurias hasta entrar en el siglo XX.
Esa ilusión veíanla
florecida en los templos, en las viviendas, en las escuelas, en los puentes, en
las carreteras que los hombres enriquecidos en la otra margen del ancho mar
mandaban construir en la tierra natal por sentimientos agradecidos, por
vanidad, por desquite. Veían el sueño hecho persona en aquel joven tímido
transformado ahora en indiano prosopopéyico, que volvía para darse el gusto de
tratar llanamente al administrador del feudo condal, para deslumbrar a la moza
que no tuvo paciencia de amor y se casó con el pobrete de la aldea, para poner
ostentosamente una bolsa de monedas en las manos del párroco que exprimía con
su diezmo la flaca faltriquera de su familia. Veía el sueño erguirse
refulgente, ofuscante, en barras extensas como los rayos del sol al fundirse en
la línea del horizonte, precisamente hacia el lado por donde está el continente
maravilloso. Ninguna prosperidad había que no tuviese como cimientos ese oro que
allá lejos brotaba sin interrupción.»
Lermo R. Balbi, Continuidad de la Gracia. Santa Fe:
Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, Municipalidad de la
Ciudad de Rafaela y Asociación Santafesina de Escritores, 1995.
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