lunes, 17 de diciembre de 2018

Ha pasado la nostalgia, de Gastón Gori (1950)




«Las primeras colonias de inmigrantes, no tuvieron su cronista completo. Ha quedado un vacío irremediable. Nos faltaron espíritus consustanciados con la época y dotados de sobresalientes cualidades, de tal manera, lo escrito por sus contemporáneos, no logra la perennidad literaria de un Hudson, un William Mac Cann, en la descripción de las costumbres del hombre argentino. Su permanencia está sostenida por cuadros fragmentarios, apuntes estadísticos, observaciones parciales, como no se trate de fragmentos de Edmundo D’Amicis asistidos por indudable aptitud literaria, pero escritos cuando muchos de los pioneros gringos habían fallecido y los linares “multiplicaban sus ojos”. ¡Pero los linares, tan rezagados del trigo! Tampoco Peyret fué el destinado a realizar la labor que en lo “criollo” inmortalizara a Robertson, Mac Cann, Hudson, por citar sólo a extranjeros como él y al autor de “El Ombú”. Este nuevo visitador de colonias, deja de ser un hombre de curiosidad rápida durante pocos momentos. Es incompleto en la penetración de los hombres, tipos, caracteres, lugares, costumbres; no seguiría como D’Amicis, los pasos de un emigrante embarcado que, en alta mar, cruza pasillos y se introduce en cabinas. Peyret mira un edificio aunque a su lado griten en la nerviosidad de las “partidas” cuando se aprontan jinetes en las “cuadreras”… “Me senté bajo un sauce para esperar el regreso del tren, porque no me interesaban mucho las carreras criollas que se corrían en ese momento en Colastiné, y pasé el tiempo contemplando los edificios del Paraná que brillaban en lontananza sobre la barranca altísima de la ribera opuesta”. Este hombre está de espaldas al sitio donde, sin duda, con los “indígenas” (x) se mezclaba gente europea agauchada, que después de perdido su recelo, terminaba por admirar las costumbres y la vestimenta del criollo adoptándolas en decidida emulación.»

(x) Así suele llamarse al criollo.

Gastón Gori, Ha pasado la nostalgia. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1950.


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