“Italianos: Para Patrocinio de José, para Santiago de la Traslación y aun para Cuatrosantos, todo sujeto venido de Italia debía ser como los Casamiciolla o como los Mussomelli. No había otros. Los Casamicciola, provenientes de Nápoles, eran gordos, con el pelo negro y crespo, la gesticulación vehemente y un idioma estentóreo. Los hombres tenían vocación por el barrido municipal de las calles, por los carros de verduras y por los coches de plaza llamados mateos. Viejos y jóvenes, todos eran confianzudos, melosos, libidinosos. Las mujeres, siempre en la preñez, alborotadas y sudadas, sufrían la obsesión de lavar la ropa y de orearla en los patios. Los Mussomelli, oriundos de Sicilia, se habían juramentado para la flacura, para la ropa negra y para los secretos de una mafia taciturna, disimulada de albañilería. Sus mujeres, vestidas de luto sempiterno, cuchicheaban entre ellas como para ocultar que en la habitación tenían a un muerto, víctima de alguna venganza. El idioma era un rezo malhumorado, una rencorosa trituración de íes y de úes, pero a veces, en apariencia sin ningún motivo, hombres y mujeres se ponían a chillar. ¿Qué pasaba? ¿Habían recibido la noticia de una nueva vendetta? Misterio. Los Casamiciolla y los Mussomelli compartían la pobreza, la proliferación de hijos, las riñas recíprocas, el olor a ajo y a pimiento morrón.”
Marco
Denevi y otros, Enciclopedia secreta de
una familia argentina. Buenos Aires: Sudamericana, 1986.
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