He atravesado el océano junto con Oliverio Girondo.
Debo
a esta amistad de a bordo el haber llegado a Buenos Aires con un conocimiento
de la Argentina algo más amplio del que hubiera poseído en virtud de las
reminiscencias históricas y geográficas de las lecciones aprendidas en el liceo;
el haber podido formar, antes de mi
llegada, una opinión acerca de la idiosincrasia de este pueblo joven y
conocer especialmente sus desarrollos culturales y artísticos.
A
Oliverio debo también vuestra amistad, queridos compañeros de Martín Fierro, amistad tan sólo
espiritual y de lejos, porque mi viaje al Brasil, anterior a la salida de
Girondo para Norte América, me impidió participar en una de vuestras veladas
gastronómicas en el “Cocodrilo”.
Ahora,
en nombre de esta amistad que no existe aun, pero es como si fuera antigua, yo
os pido la hospitalidad de vuestro periódico para poderos hablar de mis amigos
italianos con la misma pasión desinteresada de Girondo, cuando hablábame de
vosotros en las noches ecuatoriales del Atlántico. Creo que mi colaboración
podrá hasta (¡reviente la modestia!) resultaros asaz útil, porque, si me lo
permitís, quiero deciros que vuestra cultura europea me parece un poco
demasiado “vient de Paris”, como, por lo demás, ha sido, hasta hace poco
tiempo, todo nuestro movimiento moderno también en Italia.
Exceptuando
alguna extravagante degeneración de un movimiento que, a su tiempo, ha tenido
en Italia una importancia notable, no he visto en Martín Fierro de italiano otra cosa aparte de una excelente
traducción de algunas poesías de Palazzeschi; poco, para vuestro loable
cosmopolitismo, tanto más por haber presentado a Palazzeschi como futurista,
mientras no obstante su muy breve alistamiento en las filas “marinettianas”,
Aldo Pallazzeschi, el más puro poeta que haya tenido Italia después de Pascoli,
ha sido siempre el espíritu menos futurista que yo haya conocido jamás.
En
todo el mundo se conocen ahora dos nombres italianos que supieron imponer un
arte esencialmente moderno a los públicos más reacios: Pirandello y Papini, pero
hace falta aún (la misma falta que hace en Europa de dar a conocer varios
nombres vuestros y primero entre todos el de Leopoldo Lugones), hace falta aún
dar a conocer otros nombres y otras obras italianas, sin otro fin, además, que
el de neutralizar la difamación que hacen del arte italiano los varios
Nicodemi, Giácomo Puccini, Sartorio y congéneres Pitigrilli o los varios
arquitectos y escultores italianos que afean las calles y las plazas de medio
mundo.
Hay
que decir, por ejemplo, que el único músico viviente que puede hoy hacer
contraste a la gigantesca figura de Ricardo Strauss es Hildebrando Pizzetti y
que cerca de él trabajan músicos como Respighi, Casella, Castelnuovo y
Malipiero.
Hay
que decir a quien cree que hoy no hay pintores fuera de Picasso, Derain y
Matisse, que hay, por el contrario, todo un florecimiento de artistas que
colocan a Italia a la vanguardia del movimiento moderno pictórico y que se
llaman Sóffici, Spadini, Carrá, De Chírico, Rosai y Lega.
Hay
que decir que en la novela la tradición “manzoniana” ha sido continuada y sigue
desarrollándose en forma casi prodigiosa a través de la obra de tres escritores
que se han sucedido con una extraordinaria continuidad: Juan Verga, Federico
Tozzi y Enrique Pea.
Hay
tanto para decir, que corro el riesgo de extraviarme; cosas poco conocidas en
la propia Italia, mientras quisiéramos que las supiera todo el mundo.
Si
me concedierais un poco de vuestro espacio, hablaría de todos; un poco cada
vez, con simplicidad y sin pretensiones críticas.
Trataré
de hacer una especie de crónica y reduciré modestamente mi cargo al de “Oficina
de Informes”…
Comienzo,
queridos amigos desconocidos, rogándoos publicar esta plática a modo de
introducción de las breves monografías que periódicamente os enviaré.
Os
doy las gracias y os ruego me guardéis vuestra amistad que aun no tengo la
dicha de poseer…
Sandro
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Martín Fierro. Periódico
quincenal de arte y crítica libre. Buenos
Aires, octubre – noviembre 20 de 1924, Segunda época, Año I, Núm. 12 y 13.
Imagen: Número 1 de Martín Fierro, febrero de 1924.
Imagen: Número 1 de Martín Fierro, febrero de 1924.
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