«Natalicio.-
Los gorriones me han rompido el nido e chingolo y me han muerto el pichón de
calandria que había en el monte de las violetas (…)
Ño
Rosendo.- Toda la estancia se ha enlleano de gorriones…
Margarita.-
Y son lindos, tata, alegran, hacen barullo…
Ño
Rosendo.- (Deja de trabajar) Pero son dañinos, m’hijita, y hay que tenerles
miedo… (…) Y por ellos ya no cantan las calandrias y los chingolos se vuelan…
Natalicio.-
¡Que va a cantar la calandria si me la han matao!
Ño
Rosendo.- Usté no entiende, cachorro; yo hablaba de otros gorriones, de otras
calandrias, de otros chingolos… (…) De los de ahí, de toda esa gente nueva que
ha venido con hambre de reformas en las costumbres y llenos de egoísmo pa
nosotros…. ¡Agarraos! Esos también son gorriones… (…) Pior que los pájaros, mil
veces pior, porque hacen daño al haucho… Antes, toda la pampa estaba llena de
chingolos y no había un solo monte, ande no cantaran las calandrias; era un
gusto oírlas cantando en el alero… (…) Dispués… dispués. Un día comenzaron a
cair gorriones… Son di Uropa, decían… y el chingolo se hizo matrero, y empezó a
juir campo ajuero lo mesmo que la calandria… Son malos y dañinos, se amontonan
de puro flojos y ansí, acorralan hasta matar… No hay pajarito que los resista,
porque hasta el nido le roban para sacar la cría… Jué pucha, plaga fiera!»
Maroni, Enrique – Giúdice,
Rogelio, Los gorriones. Sainete en 1 acto. Bragado, Imprenta El Censor, 1917.
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