«El hijo del italiano nacido en la Argentina es
argentino. No me refiero aquí a un accidente legal sino a un hecho moral
indiscutible. Desde que el hijo de italianos nace, pertenece a esta tierra que
lo moldea. Es un ser libre en un medio libre, del que es parte integrante, a
cuya formación moral contribuye y del que es dueño por lo tanto en la medida de
su pujanza. La influencia paterna no puede nada contra este rebelde por derecho
natural. Cuando este hijo de italianos tiene conciencia de sí mismo, no sólo
está dominado por el medio sino que a su vez siente deseo de dominarlo, vale
decir de sobrejuzgar las dificultades que le impiden ser un argentino perfecto.
Es común que quiera llevar su criollismo hasta la exageración del prototipo.
Como ejemplo citaré al “compadrito”, tipo genuino del medio popular porteño
que, en la generalidad, es hijo de italianos. Por ello también es común que el
hijo de italianos trata de argentinizar a sus padres, que se presta con
frecuencia a este juego, ya sea porque emigrantes incultos al llegar ahora a
señores quieren ponerse a tono con la sociedad en que viven; ya sea por
simpatía espontánea, porque aquí hicieron
fortuna, porque aquí nacieron sus hijos…»
Opinión de Julio Rinaldini en “Sobre
la influencia italiana en nuestra cultura”, encuesta realizada por
Roberto Giusti, Nosotros (1928),
XXII, febrero-marzo, n° 226; abril, n° 227.
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