“El viaje, el viaje. Il viaggio non finiva mai.
Empezó tan atrás, en un lugar tan remoto, hubo en el medio tanto vacío llenado
por la fábula, que al final sólo nos quedaron referencias confusas, testimonios
enrarecidos por la distancia, el tiempo y la tristeza; sobre todo por la
tristeza. Cuando uno extraña, algo cambia en los paisajes y en la gente, en
algún alto del camino afloja el ánimo y se desliza una inadvertida falsedad,
una mentira: error imperceptible al partir, que al llegar se hace enorme. Lo sé
ahora que he visto la nostalgia de quienes, otra vez, siguen esperando el
momento de volver. Pero ¿llegará la hora del regreso? ¿Aguardarán todavía los
amenazantes fantasmas del ayer en el sitio añorado? ¿Es que, si al fin pisamos
la tierra prometida, podremos aceptar que la historia sucedió, que ya está
escrita?
Empedernido pueblo el mío, jugado entero en una pelea con el tiempo perdida de
antemano. Se nos va la vida en la absurda apuesta de retener el pasado, de
violentarlo para hacerlo presente, de conjurarlo a que reste, como si fuera
posible que todo siga aconteciendo…”
Tizziani, Rubén. Mar de olvido. Buenos Aires, Emecé, 1992.
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