Palermo de Buenos Aires
«La vindicación de la antigüedad de Palermo se debe a Paul
Groussac. La registran los Anales de la Bibloteca, una nota de la página
360 del tomo cuarto; las pruebas o instrumentos fueron publicados mucho después
en el número 242 de Nosotros. Nos retraen a un siciliano Domínguez
(Domenico) de Palermo de Italia, que añadió el nombre de su patria a su nombre,
quizá para mantener algún apelativo no hispanizable, y entró a beinte años
y está casado con hija de conquistador. Este, pues, Domínguez Palermo,
proveedor de carne de la ciudad entre los años 1605 y 14, poseía un corral cerca
del Maldonado, destinado al encierro o la matanza de hacienda cimarrona.
Degollada y borrada ha sido esa hacienda, pero nos queda la precisa mención de una
mula tordilla que anda en la chácara de Palermo, término de esta ciudad. La veo
absurdamente clara y chiquita, en el fondo del tiempo, y no quiero sumarle
detalles. Bástenos verla sola: el entreverado estilo incesante de la realidad,
con su puntuación de ironías, de sorpresas, de previsiones extrañas como las
sorpresas, sólo es recuperable por la novela, intempestiva aquí.
Afortunadamente, el copioso estilo de la realidad no es el único: hay el del
recuerdo también, cuya esencia no es la ramificación de los hechos, sino la
perduración de rasgos aislados. Esa poesía es la natural de nuestra ignorancia
y no buscaré otra».
Jorge Luis Borges, Evaristo Carriego. Buenos Aires: Manuel Gleizer, 1930.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.