Vinieron de Italia,
tenían veinte años,
con un bagayito por toda
fortuna
y, sin aliviadas, entre
desengaños,
llegaron a viejos sin
ventaja alguna.
Mas nunca a sus labios
los abrió el reproche.
Siempre consecuentes,
siempre laburando,
pasaron los días,
pasaban las noches
el viejo en la fragua,
la vieja lavando.
Vinieron los hijos.
¡Todos malandrinos!
Vinieron las hijas
¡Todas engrupidas!
Ellos son borrachos,
chorros, asesinos,
y ellas, las mujeres,
están en la vida.
Y los pobres viejos,
siempre trabajando,
nunca para el yugo se
encontraron flojos,
pero a veces, sola,
cuando está lavando,
a la vieja el llanto le quema
los ojos.
Música:
Ernesto de la Cruz - Letra:
Carlos de la Púa
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